Fausto 
El Solidario. La violencia institucional dejó más de 100 víctimas femeninas en un año.
Más de 100 casos de violencia institucional contra mujeres en apenas un año. Esa es la cifra registrada por el Observatorio de Violencias Institucionales Machistas, un espacio impulsado por colectivos feministas para visibilizar lo que el Estado aún se niega a nombrar.
La cifra no debería sorprendernos, pero lo hace. Porque duele. Porque confirma que el sistema, en vez de proteger, revictimiza y perpetúa el dolor de quienes ya han sido vulneradas.
MUY INTERESANTE
Las instituciones del Estado, juzgados, fuerzas policiales, servicios sociales, y hasta centros educativos, siguen reproduciendo patrones patriarcales que ignoran, minimizan o directamente niegan la voz de las mujeres. No se trata de errores aislados o “malas prácticas”, como suelen justificarse desde el poder. Hablamos de un modelo estructural de impunidad y desprecio que sigue operando en democracia, pero que recuerda demasiado al silencio cómplice del franquismo.
Las historias recopiladas por el Observatorio, como recoge El Salto Diario, son elocuentes: mujeres que denunciaron violencia machista y fueron ignoradas, madres criminalizadas por proteger a sus hijos, víctimas tratadas como culpables por jueces que aún se rigen por prejuicios de género. ¿Hasta cuándo se va a tolerar esto?
Es especialmente grave que, mientras se discute sobre macroviolencias, no se atienda con la misma urgencia a estas violencias normalizadas desde el Estado. Y lo es aún más cuando sectores reaccionarios niegan incluso su existencia, como si cuestionar al poder judicial fuera una afrenta y no un deber democrático. ¿Qué justicia es esa que ampara al agresor y castiga a la víctima?
No puede haber igualdad real sin una profunda transformación institucional con enfoque feminista. No bastan protocolos ni campañas simbólicas. Es hora de exigir responsabilidad política, reparación efectiva y garantías de no repetición.
Porque cuando el Estado falla, la violencia no se detiene: cambia de forma, pero sigue matando.
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