La invasión del alga asiática en el litoral andaluz y la consecuente muerte de la lechuga de mar

Desde el Mar del Caribe hasta el Cabo de Trafalgar pasando por innumerables lugares a lo ancho del planeta, la extinción masiva de fauna y flora autóctona se ha vuelto tan cotidiana como ir a comprar el pan. Tanto es así, que nos estamos acostumbrando a que cada día desaparezca ese animal o flor que tan presente estuvo en nuestra infancia.

Sin embargo, no todo son extinciones de especies, también hay invasiones de éstas que están ocasionando que lo que antes se mantenía como un espacio equilibrado de biodiversidad, se convierta en un espacio únicamente acaparado por una especie.

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Rugulopteryx okamurae

En unos diez años, las playas del Golfo de Cádiz (especialmente las de Tarifa y Algeciras) que contaban con especies de algas variadas y ricas por sus propiedades y sostén para el ecosistema, han desaparecido.

Antes, en verano, caminabas por la orilla y podías pararte a recoger una lechuga de mar y echártela a la boca para saborear el mar. Ahora, lo único que ves son toneladas de un alga asiática llamada Rugulopteryx okamurae, que además de llenarlo todo de mosquitos y de un olor nauseabundo, está provocando la desaparición del marisco, la pesca y, por supuesto, de esa lechuga lechuga de mar.

En vistas de que es un problema gravísimo (no sólo porque esté acabando con la forma de vida de las personas que se dedican a la mar sino también porque Tarifa es la nueva meca del turismo de la costa andaluza) la Junta de Andalucía junto con el Ayuntamiento de la ciudad tarifeña, andan buscando soluciones para que recogerla sea rentable económicamente.

Así ha nacido el primer proyecto científico autorizado para investigar el aprovechamiento agrícola del alga invasora: Rugulopteryx okamurae que tiene como fin su estudio como fertilizante y bioestimulante sostenible.

En caso de que esta alga sirviera y se pudiera comercializar para su uso agrícola, los beneficios se restringirán a su recogida de las playas, una medida un tanto de resignación porque esa lechuga de mar que antes te comías mientras caminabas por la orilla, ya nunca más estará.

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