Fausto 
CNE.Ecuador/El Solidario.Luis González y Daniel Noboa, se pelean la presidencia del Ecuador.
A pocas horas de la decisiva cita electoral, Ecuador se encuentra ante una disyuntiva histórica. El balotaje presidencial enfrenta a dos modelos de país opuestos: de un lado, el continuismo neoliberal representado por Daniel Noboa, y del otro, la propuesta progresista y transformadora de Luisa González, candidata del correísmo.
El resultado, aún incierto, marcará el rumbo político, económico y social de una nación golpeada por la violencia, la desigualdad y el desencanto ciudadano.
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La derecha ecuatoriana ha vuelto a apostar por un rostro joven, de apellido conocido, pero sin proyecto claro. Noboa llegó al poder tras una elección atípica, con una agenda marcada por el miedo y el punitivismo.
Su corto mandato ha estado atravesado por medidas improvisadas, guiadas más por los intereses empresariales y los dictados de Washington que por el bienestar del pueblo. Militarización de las calles, criminalización de la protesta y privatización de servicios públicos son los pilares de su gestión.
En cambio, Luisa González ha emergido como una voz firme y coherente desde la izquierda, reivindicando los logros sociales de la Revolución Ciudadana y proponiendo una recuperación del Estado como garante de derechos. Frente a la inseguridad creciente, su propuesta no pasa por más represión, sino por atacar las causas estructurales: pobreza, falta de empleo, exclusión juvenil. Su discurso apunta a reconstruir la esperanza desde la justicia social y la soberanía nacional.
Las élites económicas y mediáticas, temerosas de perder sus privilegios, han redoblado su campaña de miedo contra el progresismo, reviviendo viejos fantasmas y tergiversando propuestas. Pero la ciudadanía, golpeada por años de precariedad, ya no se deja engañar con facilidad.
Este domingo, Ecuador se juega mucho más que una presidencia. Se juega la posibilidad de retomar un proyecto popular y latinoamericanista, o hundirse aún más en un modelo que sólo beneficia a una minoría. La historia está por escribirse. Y el pueblo, como tantas veces, tiene la última palabra.
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