
Mapa del Sudeste asiático / El Solidario
Inteligencia diplomática y reformas internas
A diferencia de sus vecinos, Tailandia —entonces conocida como Siam— supo jugar con equilibrio entre los intereses coloniales de Francia y Gran Bretaña. Durante el siglo XIX, los monarcas de la dinastía Chakri, especialmente el rey Mongkut (Rama IV) y su hijo el rey Chulalongkorn (Rama V), implementaron reformas administrativas, legales y educativas que modernizaron el país. Esto permitió presentarse como una nación organizada y civilizada, dificultando los argumentos colonialistas de las potencias europeas.
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Renuncias parciales y negociaciones estratégicas
Asimismo, Tailandia funcionó como un estado tapón entre las colonias británicas (Birmania y Malasia) y las francesas (Laos, Camboya y Vietnam). Para evitar conflictos entre sí, ambas potencias aceptaron la independencia siamesa, a cambio de concesiones territoriales y acuerdos comerciales. Esta posición geopolítica estratégica fue clave para que el país evitara la dominación extranjera.
Aunque no fue colonizada, Tailandia cedió soberanía sobre algunas regiones periféricas y firmó tratados desiguales. Sin embargo, lo hizo para preservar su núcleo de poder y evitar una ocupación total. Esta capacidad de adaptación y negociación le permitió conservar su autonomía, manteniendo la monarquía como símbolo de unidad nacional hasta hoy.
¿Qué significa esto en la Tailandia actual?
Hasta la actualidad, la historia de independencia sigue siendo una fuente de orgullo nacional tailandés. Sin embargo, Tailandia enfrenta otras formas de influencia extranjera, como la dependencia económica del turismo internacional, la inversión extranjera y el posicionamiento estratégico frente a China y Estados Unidos. Además, las tensiones internas entre las élites monárquicas, los militares y los movimientos juveniles por la democracia y los derechos civiles muestran que la soberanía política formal no siempre garantiza una verdadera autonomía popular.
En un mundo donde el poder sigue centralizándose en manos de grandes corporaciones y alianzas militares, recordar cómo Tailandia protegió su integridad sin perder su cultura debe ir acompañado por un compromiso con la libertad, los derechos humanos y la justicia social. La independencia no debe limitarse a lo territorial, sino que debe ser también una lucha cotidiana contra la desigualdad y el autoritarismo.
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