El Parque Nacional de Doñana, uno de los ecosistemas más valiosos de Europa, enfrenta una crisis sin precedentes que amenaza gravemente a las aves acuáticas. Un estudio reciente señala que su degradación ha provocado la caída de las poblaciones de especies emblemáticas, con consecuencias negativas para la biodiversidad en todo el continente.
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El caso más crítico es el de la malvasía cabeciblanca, que apenas cuenta con cuatro parejas reproductoras. Otras aves como la pagaza piconegra y el charrancito común han reducido sus poblaciones en más del 90% en la última década. Incluso especies más comunes, como las garzas y espátulas, muestran tasas de reproducción alarmantemente bajas, con una pérdida del 50% de la población reproductora en lo que va de siglo.
Los expertos apuntan a la sequía prolongada, agravada por el cambio climático, y la sobreexplotación de los acuíferos como principales causas de esta situación. Desde 2013, Doñana no ha tenido un año con niveles adecuados de encharcamiento en sus marismas, fundamentales para la supervivencia de estas especies. Además, la presión agrícola y la falta de consenso entre las autoridades agravan el problema.
El deterioro de Doñana no solo impacta a las aves locales, sino que pone en riesgo a las especies migratorias que dependen de este espacio para su descanso y alimentación. Se trata de un fenómeno de alcance europeo que subraya la urgente necesidad de medidas coordinadas entre administraciones y comunidades locales para salvar este ecosistema único.
El colapso de Doñana es una advertencia de lo que podría suceder con otros humedales en el mundo. Protegerlo no solo es una responsabilidad local, sino un deber global. Si perdemos Doñana, perdemos un pilar esencial para la vida en nuestro planeta.
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