Por primera vez en más de un siglo, los trabajadores de El Corte Inglés, uno de los gigantes del comercio en España, han decidido romper el silencio. En una década, se han perdido 16.000 puestos de trabajo, y la precarización de las condiciones laborales ha alcanzado niveles alarmantes.
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Este martes, 7 de enero, los sindicatos han convocado una concentración en la calle Goya de Madrid, con el objetivo de exigir justicia, respeto y la protección de los derechos laborales.
Jornadas extenuantes, salarios congelados y despidos masivos.
Estas son solo algunas de las realidades que enfrentan los empleados de esta emblemática empresa. A pesar de la imagen de estabilidad que proyecta la compañía, el deterioro interno es evidente.
Trabajadores obligados a realizar jornadas que superan ampliamente las ocho horas legales, sin compensaciones adecuadas; vulneración de derechos sindicales, donde se hostiga o margina a quienes alzan la voz; y despidos que se justifican bajo el argumento de “adaptación al mercado”, pero que solo reflejan una gestión empresarial insensible.
El modelo de negocio de El Corte Inglés parece estar basado en la sobreexplotación de su plantilla. Según sindicatos, esta crisis no es solo económica, sino también moral: ¿cómo puede una empresa que presume de excelencia tratar a sus trabajadores como piezas desechables?
Los despidos masivos no solo afectan a quienes pierden su sustento, sino que también sobrecargan a quienes permanecen, incrementando su estrés y reduciendo la calidad del servicio que reciben los clientes.
Es preocupante que, en pleno siglo XXI, las grandes corporaciones continúen priorizando los beneficios por encima de las personas. La lucha de los trabajadores de El Corte Inglés es un recordatorio de que el derecho a condiciones laborales dignas no es negociable.
¿Permitiremos que esta situación se normalice? La concentración de este martes es un llamado a la acción, no solo para los empleados, sino para toda la sociedad. Si la solidaridad no trasciende estos muros, el abuso corporativo seguirá avanzando.
¿Hasta cuándo toleraremos que las grandes empresas hagan de los derechos laborales un lujo en lugar de una norma?
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