Marta fue drogada y violada durante años por su pareja. ¿Por qué seguimos sin proteger a las víctimas de sumisión química?
También puede interesar: Ayuso bajo fuego, 4.389 profesores menos en Madrid agravan la crisis educativa
Marta Asensio vivió un infierno silencioso: su pareja la drogaba para violarla mientras ella estaba inconsciente. Durante siete años, Marta despertaba sin ropa y con señales físicas evidentes, pero no entendía que había sido abusada. “Había días en los que me despertaba con semen reseco entre las piernas”, recuerda. A pesar de las evidencias, no denunció en su momento, creyendo que nadie la creería porque “era su novio”. Este tipo de abuso, conocido como sumisión química, sigue siendo un delito difícil de probar y que la sociedad minimiza o ignora.
«Me culpaba por no darme cuenta»
El cuerpo de Marta le enviaba señales: desarrolló vaginismo, una respuesta física que hacía dolorosa cualquier relación sexual. Aunque pidió a su pareja que no lo repitiera, los abusos continuaron. “Me decía que debía sentirme halagada por desearme tanto”, señala. Marta luchaba entre el desconcierto y la culpa, sin saber que estaba siendo drogada. Años después, comprendió lo que había vivido: “Yo estaba en shock, no sabía que me estaba drogando”. Es un crimen que las víctimas no pueden denunciar porque no tienen pruebas, ya que las sustancias desaparecen en sangre en menos de 48 horas.
Las agresiones sexuales bajo sumisión química son uno de los crímenes más difíciles de demostrar y, por tanto, de castigar. Marta señala que la justicia sigue sin darles credibilidad a las víctimas. En 2023, según datos oficiales, una de cada tres violaciones pudo haberse dado bajo sumisión química. “No hay pruebas suficientes”, es lo que las víctimas escuchan cuando intentan denunciar. Los agresores saben que juegan con la impunidad que les da el silencio químico. Marta no solo fue abusada por su pareja: “Descubrí que había más mujeres, pero el delito había prescrito para muchas de ellas”.
“Temo que siga agrediendo a más mujeres”
Marta denunció a su exnovio en 2020, junto con otras víctimas, pero la justicia no encontró pruebas suficientes para condenarlo. «Me aterra pensar que sigue libre, abusando de más mujeres», afirma. Los plazos de prescripción para este tipo de delitos, entre 5 y 20 años, son una trampa para las víctimas. Si no denuncian a tiempo, pierden la posibilidad de ver a sus agresores condenados. La falta de recursos y centros de atención 24 horas en España agrava el problema, dejando a las víctimas sin apoyo psicológico ni la posibilidad de obtener pruebas a tiempo.
Es inaceptable que, a pesar de la Ley de Libertad Sexual, en España apenas haya una decena de centros de crisis abiertos. Marta denuncia la inacción del sistema: “Si no hay pruebas, no hay justicia. Las mujeres estamos solas”. El testimonio de Gisèle Pelicot, violada durante años por decenas de hombres bajo el control de su marido, resuena en Marta. Ambas saben que las víctimas de sumisión química siguen invisibilizadas.
Es hora de que la sociedad despierte ante estas agresiones invisibles. ¿Qué crees que falta para proteger a las víctimas? Comparte tu opinión y únete a la denuncia.
Fuente: Infobae