Podemos definir el salario máximo como la retribución máxima legal que puede obtener alguien por su trabajo, ya sea un CEO, un ejecutivo empresarial o un representante político. Podría representar el complemento del salario mínimo por el que el movimiento obrero luchó durante muchos años y terminó logrando y consolidando en muchos países.
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Aunque cualquier persona que cobre un salario la podríamos considerar un trabajador, no cabe duda, que los altos directivos de empresas multinacionales alcanzan retribuciones que se les coloca más en la orilla del capital que la del trabajo, además de que sus funciones corresponden a la dirección empresarial, y por ello se les considera más como empresarios que como trabajadores, aunque formalmente sean lo segundo.
La brecha entre los salarios que ganan los directivos de las grandes empresas y un obrero de esas mismas empresas ha llegado a niveles muy altos. Según un estudio de Bloomberg, el más alto líder de una compañía puede ganar hasta 644 veces más que un empleado promedio.
Pero hemos visto que esa ratio es superior en algunas empresas El debate público sobre la idea de un salario máximo legal no ha tenido la implantación deseable, aunque podemos enumerar algunos intentos.
En países como España, Suiza, Estados Unidos, Gran Bretaña y Chile diversos grupos han propuesto salarios máximos tanto para responsables políticos, como para directivos empresariales. En Suiza, en 2013, se realizó un referéndum para aprobar una iniciativa que planteaba que los directivos empresariales no pudieran ganar más de 12 veces el salario mínimo, pero desgraciadamente la influencia de los medios de comunicación volvió a ser determinante para que el 65% de los votantes se pronunciara en contra de esta medida.
En Estados Unidos las organizaciones sindicales reclamaron la aprobación por el Congreso de una ley que limite el salario máximo a 25 veces el salario mínimo legal autorizado. También en Reino Unido se planteó una iniciativa similar por parte de los sindicatos.
El fallido intento de Roosvelt
Probablemente la concreción práctica más cercana a esta idea se produjo en los Estados Unidos en el mandato del presidente FD Roosvelt que propuso al congreso, el 27 de abril de 1942, el límite máximo de ingresos en 25.000 dólares al año-actualmente se correspondería con un millón de dólares aproximadamente-.
La propuesta de Roosevelt suponía una tasa impositiva del 100% por encima de dicha cantidad. El congreso no aprobó el 100% pero si el 94% y desde una cantidad más elevada que la defendida por el presidente Roosevelt. Unas ratios similares estuvieron vigentes hasta la llegada del neoliberalismo de Reagan.
Las ventajas que podríamos vislumbrar con esta medida serían:
1.- Con un salario máximo podremos conseguir un mayor reparto de la riqueza.
2.- Las diferencias salariales que conocemos en nuestro Mundo no son solo injustas sino que además producen unos desajustes de renta tan grandes que resultan antieconómicos, es decir no favorecen el desarrollo económico ya que las rentas altas tienden a esconder en activos, invertir en la especulación o guardar en guaridas (paraísos) fiscales ese dinero que les “sobra”. Ninguna de esas actividades generan valor, riqueza o empleo en la sociedad. Sin embargo las rentas medias y bajas muy mayoritariamente destinan sus ingresos al consumo que si que produce dinamismo en la economía.
3.- Distribuir la riqueza a través del establecimiento de estos límites es una de las claves para disminuir o acabar con la pobreza a nivel de cada país y en todo el mundo. Con los fondos recaudados por esta fiscalidad progresiva se lograrían más fondos para que los organismos públicos en todos los niveles territoriales puedan ofertar más servicios y de más calidad.
4.- El debate del salario máximo nos acerca a una reflexión social sobre la cohesión social frente al necesario incentivo para los que más se esfuerzan o tienen más responsabilidad. En este sentido el salario máximo debe diferenciarse bastante con respecto al salario mínimo, no se trata de que todos ganen lo mismo porque no sería justo.
Pero tampoco lo es que el trabajo de una persona valga 100, 500 o incluso mil veces más que el de otra, por mucha responsabilidad que tenga, por muchas horas que trabaje al día, por mucho poder que acumule, por mucha capacidad que se le suponga, o por mucho mérito profesional que se le reconozca.
Esa limitación del salario máximo se puede aplicar de diversas formas pero la más cercana a los ejemplos cercanos que se han producido como es el establecimiento del 100% de gravamen a partir de la cantidad que se quiera establecer. La medida debería de aplicarse en esas ratios salariales muy altas.
No nos corresponde definir si puede ser un millón de dólares o euros al año, 5 millones o 10 millones, pero desde luego no debería de plantearse nunca en salarios que, siendo altos, no llegan a esos niveles. A estos ya se les aplica la progresividad fiscal que es una de las herramientas más exitosas en las sociedades avanzadas.
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