
Las huertas y regadíos que había en los años 70 en la ribera del Manzanares se vieron afectados.NAKPHOTOS
Durante muchísimos años, tantos hasta que la radioactividad empezó a disminuir y poder considerarse dentro de los límites establecidos, la población adyacente de los ríos Manzanares, Jarama y Tajo estuvieron consimiendo tomates radioactivos sin tener la menor idea de que lo que se metían en su boca, era plutonio.
El 7 de noviembre de 1970 el reactor nuclear experimental situado en la Ciudad Universitaria de Madrid sufrió un accidente y dejó que se escaparan decenas de litros de líquido radiactivo por el desagüe, que terminó en el alcantarillado, el río Manzanares, el Jarama, el Tajo, y llegó hasta el mar en Lisboa.
A su paso, contaminó infinidad de huertas y regadíos, cuyos productos fueron vendidos en los mercados y consumidos con total tranquilidad. Lechugas, tomates, berenjenas… con niveles de radiactividad cientos de veces superiores a los límites seguros para la salud.
Fue uno de los vertidos más graves de la historia de España. No se sabe con certeza si el suministro de agua para consumo humano se vio afectado. Lo que sí está confirmado es que la radiación afectó a huertas y regadíos del Manzanares y del Jarama.
La radiactividad superaba los 15.000 cps en muchas zonas de la ribera cuando las cifras normales eran de entre 100 y 120 cps. En Toledo se midieron 10.000 cps. En algunos puntos del Jarama y Aranjuez los niveles llegaron a ser 75.000 veces superiores a lo permitido.
En zonas puntuales de la propia sede del JEN, en plena Ciudad Universitaria, se midieron dosis de radiactividad, acumuladas durante un año, que llegaron a ser un millón de veces superiores a lo tolerable.
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La reacción del régimen franquista
El régimen franquista ocultó lo ocurrido y se decidió comprar en secreto cosechas contaminadas a los agricultores de la zona sin dar demasiadas explicaciones. La mayor parte de ellas fueron enterradas en plena Ciudad Universitaria.
El problema fue que ni se compró toda la producción, ni se sostuvo en el tiempo, ni se prohibió el cultivo en las zonas afectadas. La comisión de seguridad del JEN hizo un informe dos meses después que proponía “impedir el consumo de los vegetales que crezcan en las parcelas contaminadas” e “impedir el riego con agua de los canales y ríos que contengan agua o fangos contaminados”, pero eran medidas que llegaban tarde y que solo se aplicaron de forma puntual.
Durante años, se vendieron en los mercados de Madrid verduras cultivadas en tierras contaminadas por altísimos niveles de radiación sin que nadie lo supiera.
En los siguientes años algunos de los agricultores de las huertas de Manzanares y del Jarama desarrollaron cáncer. Pero no existen estudios que permitan establecer una relación con el vertido. Tampoco hay estudios que aclaren si los productos contaminados aumentaron la incidencia de enfermedades oncológicas en la ciudad de Madrid y en el resto de las zonas afectadas.
La Ciudad Universitaria aún tiene niveles de radiación superiores a los que suele haber alrededor de una central nuclear.
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