
Ward Jalal al-Sheikh Khalil / Toma @landpalestine / El Solidario
Iconos del dolor
En 1972, una niña vietnamita corrió desnuda, con el cuerpo en llamas, por una carretera tras un ataque de napalm. Aquella imagen, tomada por Nick Ut, conmocionó al mundo y aceleró el fin de la guerra de Vietnam. Medio siglo después, la historia parece repetirse en Gaza, pero sin consecuencias. Esta vez, las víctimas no son vietnamitas, sino palestinas. Y aunque las pruebas estén disponibles en tiempo real, el silencio internacional es ensordecedor.
Ward Jalal al-Sheikh Khalil, de cinco años, escapó entre llamas tras un bombardeo israelí contra una escuela-refugio. Su madre y cinco hermanos murieron. Las imágenes, captadas en vídeo y difundidas globalmente, no causaron una reacción política significativa. El contraste con la cobertura y repercusión de la «niña del napalm» es abismal.
Sin embargo, durante años se nos ha contado que los medios estadounidenses ayudaron a frenar la guerra de Vietnam. La realidad es otra. Fueron, en su mayor parte, instrumentos ciegos del Pentágono, repitiendo sin cuestionar los partes oficiales, justificando una guerra que nunca fue por la democracia.
El Golfo de Tonkín ha sido la mentira fundacional. Este episodio que inició la escalada militar fue una farsa. Pero medios como el Washington Post difundieron la versión oficial sin investigación. Esa inercia de obediencia se mantiene viva en conflictos como los de Irak, Afganistán, Yemen o Gaza.
Los grandes medios evitaron mostrar el sufrimiento real. Las matanzas, como la de My Lai, solo salieron a la luz gracias a medios alternativos. La televisión, lejos de ser crítica, reforzó el relato oficial de EE. UU. como víctima y salvador. Hoy el país con Trump permite, con apoyo armamentístico, matanzas sistemáticas en Gaza. La maquinaria mediática vuelve a silenciar las voces de las víctimas y legitimar la agresión.
Mientras en los 70 la opinión pública presionó al gobierno estadounidense y los medios amplificaron el sufrimiento en Vietnam cuando ya no convenía seguir perdiendo vidas estadounidenses, hoy los gobiernos occidentales blindan a Israel. Hablan de «defensa» mientras justifican ataques contra hospitales, escuelas y campamentos. La cobertura mediática diluye los horrores en la narrativa de seguridad.
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Impunidad política, impotencia mediática
La diferencia no es la indiferencia pública ya que hay protestas históricas, movimientos estudiantiles y redes que no dejan de hablar de Gaza. La diferencia se encuentra en la impunidad política. Lo que falta es un sistema que convierta esa indignación en acción. Hoy el dolor palestino es visible, compartido, documentado. Pero no importa políticamente. Nunca hubo tanta evidencia de crímenes de guerra, y nunca tuvo tan poco impacto. Las bombas siguen cayendo mientras los medios siguen callando o repitiendo el relato oficial.
La indignación selectiva evidencia que no todas las víctimas importan por igual. Hoy callan sobre Gaza, porque Israel sigue siendo un aliado clave. La muerte solo indigna si el poder lo permite. La niña quemada en Vietnam fue el detonante de un cambio, las niñas quemadas en Gaza ni siquiera tienen nombre. Si no aprendemos a indignarnos sin pasaporte, seremos siempre parte del problema.
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