
Dimensiones del estado de bienestar
La vida de los seres humanos está siendo mercantilizada hasta la muerte. Grandes fondos de inversión aprovechan la privatización o la externalización de ciertos servicios del sector público para obtener beneficios que se alejan mucho del concepto de Estado de bienestar social de la vieja Europa.
Desde que nacemos, estamos generando beneficios a esos fondos en la medida en que están presentes en la gestión de centros sanitarios. Como dato relevante, España es el tercer país de Europa que más ha invertido en sanidad privada.
Aclarar que son las instituciones públicas (como ejemplo tenemos el caso de la comunidad de Madrid que está a la cabeza en fomento de privatización sanitaria) las que están desintegrando el Derecho universal de salud y cimentando la base para una salud exclusiva y excluyente.
La rueda continúa, crecemos y seguimos agrandando la riqueza de fondos de inversión y multinacionales en centros educativos de primaria, secundaria y superiores.
Seguimos cumpliendo años y ellos siguen ganando capital. Gracias a su expansión en el mercado inmobiliario, su influencia va a perjudicarnos cuando queramos acceder a otro de los derechos escritos en nuestra Carta Magna: Derecho a una vivienda digna.
También nos afectará cuando enfermemos, trabajemos, nos alimentemos o cuidemos de nuestros mayores. Así vemos, que cada decisión importante que como seres humanos tomamos en este ecosistema social, está mediatizada por unos «entes de gestión de capital» cuyo objetivo es mayor rentabilidad a menor coste.
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Ancianos, niños y enfermos
Puesto a desmigar este pan que se viste de buena presencia pero que por dentro lo han vaciado de miga para alimentar mal y ganar más, las personas más afectadas vuelven a ser las que más necesitan cuidado y atención: niños, ancianos y enfermos.
Un ejemplo de ello lo pone de manifiesto un estudio de la universidad sevillana Pablo de Olavide que demostró cómo la mortandad en edades avanzadas fue superior en aquellas comunidades autónomas con más porcentaje de residencias privadas, y en aquellos centros de mayor tamaño. Por el contrario, los centros con menos mortandad fueron las residencias públicas de pequeño tamaño.
Cabe preguntarse si todavía estamos a tiempo de parar este atentado velado a la vida y a su pleno desarrollo.
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