
El Solidario: Gustavo Petro, presidente de Colombia, y el Catatumbo
La región del Catatumbo, en Colombia, enfrenta una de las crisis humanitarias más devastadoras de su historia reciente. Según declaraciones del presidente Gustavo Petro, esta situación, marcada por la violencia entre guerrillas y grupos paramilitares, el narcotráfico y la desidia estatal, es el resultado de un “fracaso de la nación”.
Con más de 32.000 desplazados y al menos 80 muertos en enfrentamientos, el Catatumbo se ha convertido en un símbolo del abandono estructural y la inoperancia política que ha perpetuado el conflicto en el país.
Una región atrapada entre el narcotráfico y la violencia
El Catatumbo, ubicado en el departamento de Norte de Santander, es una de las zonas más ricas en recursos naturales de Colombia. Sin embargo, también es epicentro de uno de los mayores cultivos de coca del mundo. Esto ha convertido a la región en un campo de batalla donde guerrillas como el ELN, grupos disidentes de las FARC y estructuras paramilitares compiten por el control del lucrativo negocio del narcotráfico.
Este conflicto ha sumido a la población en una crisis humanitaria sin precedentes. Los continuos enfrentamientos han forzado a miles de familias a abandonar sus hogares, dejando comunidades enteras devastadas, sin acceso a servicios básicos ni garantías de seguridad.
El presidente Petro ha señalado que lo ocurrido en el Catatumbo es “uno de los hechos más dramáticos” de la historia contemporánea del país, y su diagnóstico sobre el fracaso de las políticas de Estado es acertado. Sin embargo, las soluciones ofrecidas hasta ahora no han sido proporcionales a la magnitud del problema.
Laz paz, atacada y fragmentada
La implementación del Acuerdo de Paz de 2016 ha sido lenta y fragmentada, lo que ha permitido que el vacío de poder sea ocupado por actores armados.
La crisis en el Catatumbo es un estigma doloroso de la deuda histórica que Colombia tiene con sus regiones más vulnerables. Es necesario un cambio estructural que incluya el desarrollo económico sostenible, la protección de los derechos humanos y un verdadero compromiso con la erradicación del narcotráfico.
El Catatumbo no puede seguir siendo un territorio olvidado. Es hora de que el Estado colombiano asuma su responsabilidad y devuelva la esperanza a los miles de desplazados que claman por justicia y paz.
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