La Antártida, ese vasto y prístino continente de hielo y nieve, está siendo testigo de un cambio significativo: la instalación de paneles solares para alimentar refugios y bases científicas. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) está liderando esta iniciativa, que busca reducir la dependencia de combustibles fósiles y disminuir la huella de carbono en uno de los lugares más remotos del planeta.
Estudiar glaciares en condicione extremas
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En la Isla Vega, ubicada a unos 60 kilómetros de la base Marambio, ingenieros de la CNEA han instalado un nuevo sistema fotovoltaico junto a un sistema de acumulación de energía. Este refugio es utilizado por investigadores de la Dirección Nacional del Antártico (DNA) dedicados a la glaciología. Los paneles solares, con una potencia total de 1 kW, se combinan con baterías de litio para garantizar un suministro constante incluso en las condiciones extremas del invierno antártico.
Legados de colaboración
La CNEA comenzó su colaboración con la Antártida en 2014, cuando instaló el primer sistema en la Base Marambio en asociación con la Fuerza Aérea. Desde entonces, ha continuado expandiendo su presencia energética en el continente blanco. En 2020, se añadió otro sistema en el refugio Elefante, utilizado para la observación de fauna durante los meses más cálidos. La eliminación del ruido del generador diésel ha permitido que el refugio se convierta en un santuario para pingüinos y otras especies.
Impacto ambiental positivo
Estos sistemas fotovoltaicos no solo ahorran combustibles fósiles y reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también contribuyen a la sostenibilidad de la presencia argentina en la Antártida. El compromiso de la CNEA es claro: utilizar energía renovable para mantener nuestras bases científicas y proteger este ecosistema único.