
El Solidario. Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España.
Pedro Sánchez ha entendido, tarde pero con determinación, que no basta con resistir: hay que actuar. Tras semanas de desgaste por el caso Koldo y el escándalo que salpica al exnúmero tres del PSOE, Santos Cerdán, el presidente ha anunciado la creación de una comisión de investigación en el Congreso y el nombramiento de una dirección interina que pilotará la renovación del partido hasta el comité federal del 5 de julio.
Pero su mensaje central no ha sido hacia dentro, sino hacia la ciudadanía: “Entregar las riendas del país a PP y Vox sería una tremenda irresponsabilidad”.
Y tiene razón. La corrupción debe combatirse, venga de donde venga, sin caer en la trampa de equiparar proyectos políticos antagónicos.
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Mientras el PSOE, con sus contradicciones, ha sostenido avances en derechos sociales, feminismo, memoria democrática y justicia fiscal, la alternativa que representan Feijóo y Abascal es la de la involución, el negacionismo climático, el machismo institucional y el recorte de libertades.
Cualquier desliz ético del socialismo no puede ser excusa para abrirle la puerta al autoritarismo ultraconservador.
Es saludable que el PSOE se someta a autocrítica y rinda cuentas. Pero también es vital que no se pierda de vista el bosque: la ofensiva de las derechas no es por una ética superior, sino por una ambición de poder que ya ha demostrado en comunidades como Madrid o Castilla y León que su prioridad es destruir todo avance progresista. Quieren volver a un país en blanco y negro.
Lo que está en juego no es solo el futuro del PSOE, sino el de una España plural, justa y moderna. Y la ciudadanía no debería dejarse arrastrar por el cinismo que busca que “todos son iguales”. Porque no lo son. Depurar responsabilidades sí. Regalar el país a PP y Vox, jamás.
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