Denuncian la explotación de macacos en Tarragona, crueldad extrema en centro de experimentación animal
María Luisa Abarca Sánchez 
Imagen de abolicion-viviseccion.org : El Solidario. Macacos de cola larga son utilizados en Camarney para experimentos científicos.
En Camarles, Tarragona, el centro Camarney S.L. se ha convertido en el mayor distribuidor de macacos de cola larga para experimentación en Europa, generando preocupación entre organizaciones defensoras de los derechos animales. Estas entidades denuncian las condiciones inadecuadas y el sufrimiento al que son sometidos estos primates, considerados en peligro de extinción desde 2022.
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Según informes de Abolición Vivisección, los macacos son importados desde países como Mauricio y Vietnam, enfrentando viajes de más de 30 horas en diminutas cajas, con acceso limitado a agua y comida, lo que provoca la muerte de algunos ejemplares durante el traslado. Una vez en Camarney, son confinados en jaulas que, en ocasiones, carecen de condiciones adecuadas, aumentando su estrés y sufrimiento.
Falta de transparencia y ausencia de medidas efectivas
Las denuncias también señalan la falta de transparencia en los registros sanitarios de los animales y la ausencia de medidas efectivas para prevenir la propagación de enfermedades zoonóticas, como la tuberculosis, que representan un riesgo tanto para los animales como para los humanos.
A pesar de la creciente oposición social a la experimentación con animales, la demanda de primates para estos fines persiste. En las últimas dos décadas, Europa ha importado alrededor de 230.000 primates vivos, siendo España uno de los principales actores en este mercado.
Las organizaciones animalistas instan a las autoridades a cerrar instalaciones como Camarney y a promover métodos alternativos de investigación que no impliquen el sufrimiento de animales. Además, hacen una llamada a la sociedad para reflexionar sobre las implicaciones éticas de utilizar seres sintientes en experimentos científicos.
La vida de miles de macacos está en nuestras manos. Es momento de cuestionar prácticas que perpetúan su sufrimiento y buscar alternativas más éticas en la ciencia.
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