
El Solidario: Santiago Abascal, líder de Vox.
Mientras Vox se resquebraja por las deserciones internas y el descontento de sus bases, Santiago Abascal intenta compensar la debilidad de su partido con alianzas internacionales con la ultraderecha europea. Sin embargo, estas estrategias no ocultan el rumbo autoritario que ha tomado la formación, cada vez más alejada de los principios democráticos que dice defender.
Los últimos años han sido testigos de una sangría constante en las filas de Vox. Desde cargos públicos hasta militantes de base, las deserciones han dejado al descubierto las profundas grietas internas del partido. Este fenómeno no es casual: el estilo autoritario de Abascal y su cúpula, caracterizado por la falta de diálogo interno y la imposición de decisiones, ha generado un malestar creciente entre sus seguidores.
Frente a esta debilidad, Abascal ha optado por reforzar su imagen a través de alianzas internacionales con partidos de la ultraderecha europea, como el Reagrupamiento Nacional de Marine Le Pen en Francia o los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni. Estas conexiones buscan proyectar una imagen de fuerza y unidad, pero no logran ocultar la realidad: Vox está cada vez más aislado en el panorama político español.
El giro autoritario de Vox y su dependencia de alianzas internacionales son síntomas de un partido en crisis. Lejos de representar una alternativa sólida, Abascal y su formación se han convertido en un ejemplo de cómo la ultraderecha utiliza el discurso del miedo y la división para ocultar su falta de proyecto político.
Con la ultraderecha asediando a Europa y con la democracia enfrentando desafíos globales, es fundamental denunciar estas prácticas y defender los valores de pluralismo y convivencia. Vox no es el futuro; es un lastre del pasado.
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