
¿Qué hay detrás de los ultraprocesados?PETER BOND (UNSPLASH)
Difundir información sobre alimentación saludable y señalar las características nefastas que los productos ultraprocesados tienen para nuestra salud, puede ser perjudicial tanto para tu reputación profesional como para tu integridad física.
Las grandes corporaciones que obtienen pingues beneficios con estos seudo-alimentos, presionan de las más diversas maneras para silenciar a aquellas voces que osan denunciar los efectos adversos que tienen sobre nuestra salud tanto mental como física.
Así paso con la doctora Esperanza Cerón Villaquirán, una médica colombiana y directora ejecutiva en Educar Consumidores, que tuvo que interponer formalmente una denuncia por penal al haber sido objeto de amenazas, intimidaciones y agresiones por promocionar una campaña publicitaria donde alertaba sobre el consumo de refrescos y bebidas azucaradas
La doctora Cerón recibió llamadas amenazantes de madrugada en su móvil y fue objeto de seguimiento a pie y persecución en motocicleta por parte de desconocidos. Algunos de los mensajes que le hicieron llegar fueron elocuentes: “Cállese, vieja hijaeputa,o aténgase a las consecuencias”.
Ya fuera por las intimidaciones relatadas o por las acciones llevadas a cabo ante la administración por parte de Gaseosas Postobón, la principal empresa de refrescos del país, el anuncio fue retirado de la parrilla publicitaria de Colombia.
Además, a la doctora Cerón y a sus colegas se les prohibió hablar públicamente de los riesgos del azúcar sobre la salud.
Cuando los periodistas, divulgadores o investigadores llaman la atención de una de estas grandes corporaciones, cuando les molesta, la relación que se va a establecer a continuación va a consistir en un enfrentamiento brutalmente asimétrico.
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Buena imagen para cubrir mala calidad
La periodista y editora Laura Caorsi, con una amplia experiencia en contenidos relacionados con la alimentación, sostiene que, aunque estas empresas formalmente vendan galletas, cereales, yogures o refrescos, operan en muchos casos como auténticas agencias de comunicación. Su imagen y reputación es lo más importante.
En el libro de Caorsi, Comida fantástica, se ofrece un dato demoledor: en España, la inversión que se hace en publicidad por parte de las marcas y de estas multinacionales, junto al sector de la distribución y restauración asciende, anualmente, a 938 millones de euros, es decir, 2,5 millones al día. El doble de lo que se invierte en la modernización de las Fuerzas Armadas.
Beatriz Robles, miembro de la familia Comidista, dietista-nutricionista y, a la sazón, compañera de Caorsi en el podcast A la guerra con la cuchara , coincide con esta reflexión, y va más allá. Esta circunstancia –sostiene Robles– quizá explique el que, hace unos años, en España, existiera una masa crítica de voces que alertaban con datos, argumentos y una sabia perspectiva sobre los excesos de cierta industria alimentaria malsana.
Sin embargo, en la última década, muchas de esas voces se han ido apagando. Una retirada del debate público que, en muchos casos es fruto, probablemente, de esa autocensura. Otros, nos consta, han sido claramente víctimas de la cooptación.
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