
Archivo: El Solidario. El auge de la derecha en la Unión Europea plantea desafíos cruciales para la cohesión y la toma de decisiones en el Parlamento.
Proximidad geográfica y afinidad política
La guerra en Ucrania representa una amenaza directa a la seguridad europea, dada su cercanía geográfica y los lazos políticos y económicos con la región. Ucrania es percibida como parte de la «familia europea», lo que ha motivado a la UE a proporcionar apoyo militar, económico y humanitario significativo.
En contraste, el conflicto en Gaza, aunque trágico, se desarrolla en una región con la que Europa mantiene relaciones más complejas y distantes, lo que ha resultado en una respuesta menos unificada.
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La respuesta europea al conflicto en Gaza ha estado marcada por divisiones internas y consideraciones estratégicas. Mientras algunos países miembros abogan por una postura más crítica hacia Israel, otros mantienen una relación estratégica con este país, lo que dificulta una posición común.
La UE ha sido uno de los principales donantes de ayuda humanitaria al pueblo palestino, pero ha evitado sanciones directas o medidas más contundentes, reflejando una política de equilibrio en la región.
Percepciones de doble rasero y críticas internacionales
La diferencia en las respuestas de la Unión Europea a los conflictos en Ucrania y Gaza ha generado críticas sobre un posible doble rasero en la aplicación de principios de derechos humanos y derecho internacional.
Mientras que la invasión rusa ha sido condenada enérgicamente y ha llevado a sanciones severas, las acciones de Israel en Gaza han recibido una respuesta más moderada. Esta disparidad ha sido señalada por organizaciones como Human Rights Watch como una incoherencia en la política exterior europea.
El papel de Estados Unidos ha sido clave en reforzar esta diferencia de trato. Mientras ha liderado una coalición internacional en apoyo a Ucrania, enviando armamento, fondos y respaldo diplomático, su alianza histórica con Israelha limitado cualquier crítica frontal a las operaciones en Gaza.
La administración estadounidense ha vetado resoluciones en el Consejo de Seguridad de la ONU que pedían un alto el fuego y ha priorizado la defensa de su socio estratégico, incluso ante evidencias de violaciones al derecho internacional humanitario. Esta posición ha influido directamente en la tibieza de muchos gobiernos europeos, reacios a contrariar a Washington.
La Unión Europea enfrenta el desafío de mantener una política exterior coherente que defienda los derechos humanos y el derecho internacional de manera uniforme. Para preservar su credibilidad y liderazgo moral, es esencial que la UE aplique los mismos estándares en todos los conflictos, independientemente de las alianzas estratégicas o intereses geopolíticos.
Las imágenes de hospitales bombardeados, familias enterradas bajo escombros y niños desplazados no deberían medirse con criterios de conveniencia geopolítica. Ningún interés económico, alianza militar ni presión diplomática puede justificar la parálisis ante crímenes de guerra.
La voluntad política de defender los derechos humanos no puede depender de quién es el agresor o el agredido, ni de los millones que haya detrás en acuerdos de armas o inversiones. Cuando hay miles de vidas en juego, el silencio cómplice y la doble moral no solo manchan la política exterior europea sino además comprometen su legitimidad ética.
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