
Imagen de Agencia EFE : El Solidario. Bandera en el Parlamento de Andalucía.
En pleno 2025, ser joven en Andalucía significa vivir con la maleta medio hecha, no para viajar, sino para escapar de la precariedad estructural. Según datos recientes del Observatorio de Emancipación y la UGT Andalucía, solo el 12,9% de la juventud andaluza ha logrado emanciparse, una de las cifras más bajas de todo el Estado. El principal motivo: los salarios bajos y la imposibilidad de construir un proyecto de vida autónomo.
La juventud andaluza cobra de media poco más de mil euros netos al mes, situándose en el segundo puesto más bajo del país. Aunque la temporalidad ha descendido ligeramente gracias a reformas laborales, eso no ha evitado que muchos jóvenes continúen atrapados en empleos subcualificados, mal pagados y sin futuro.
Además, el coste del alquiler en ciudades como Sevilla, Málaga o Granada sigue desbocado, haciendo que compartir piso no sea una elección, sino la única opción.
Esta situación afecta no solo a su economía, sino a su salud mental y expectativas de vida. Se retrasa la emancipación, se aplazan proyectos vitales y se refuerza la sensación de fracaso colectivo. Vivimos en una comunidad donde los jóvenes estudian más, pero viven peor. Donde se promueve el emprendimiento como salida, mientras se desmantela lo público y se precariza la cultura, la sanidad o la universidad.
La pregunta es: ¿hasta cuándo una generación entera será tratada como mano de obra barata y desechable? Urge apostar por empleo digno, vivienda asequible y un cambio radical en las políticas que siguen relegando a la juventud a los márgenes.
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