Fausto 
El Solidario: Santiago Abascal, líder de Vox. Según la investigación del Tribunal de Cuentas, Vox habría vulnerado las normas que rigen las donaciones a partidos políticos
El Tribunal de Cuentas ha sancionado a Vox con 862.000 euros por aceptar donaciones irregulares durante los ejercicios de 2018, 2019 y 2020. La infracción ha sido calificada como “muy grave” por el propio órgano fiscalizador.
Y sin embargo, el partido ultraderechista, que se vende como adalid de la ley, el orden y la pureza institucional, no solo se niega a asumir responsabilidades, sino que ya ha anunciado que recurrirá la sanción.
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¿Dónde quedaron los discursos de Santiago Abascal sobre la regeneración democrática? ¿Dónde su presunta superioridad ética frente a la “casta corrupta”? La doble vara de medir de Vox no sorprende, pero sí indigna. Mientras claman contra la financiación de ONG, sindicatos o partidos de izquierda, ellos mismos ocultan el origen de sus fondos y pisotean la ley electoral con una naturalidad pasmosa.
Según la investigación del Tribunal de Cuentas, Vox habría vulnerado las normas que rigen las donaciones a partidos políticos, incumpliendo los requisitos de transparencia y legalidad.
Un comportamiento incompatible con cualquier fuerza política que pretenda presentarse como legítima en una democracia consolidada. Pero el problema no es solo jurídico, sino profundamente político: hablamos de un partido que se alimenta de discursos de odio, bulos y dinero opaco.
Este escándalo no debería pasar desapercibido ni relativizarse. Porque quien pretende gobernar con mano de hierro, debe rendir cuentas con la misma dureza. Y porque la ciudadanía tiene derecho a saber quién financia realmente a Vox y con qué fines. No se puede permitir que se normalicen los abusos solo porque vengan envueltos en banderas y patrioterismo.
La sanción es contundente, pero no suficiente. La verdadera respuesta debe venir desde abajo, con organización popular, memoria democrática y una vigilancia ciudadana que no permita que el lobo se disfrace de cordero. Porque no hay regeneración sin verdad, y no hay democracia sin transparencia.
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