La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se encuentra nuevamente en el ojo del huracán. Su entorno político está plagado de escándalos de corrupción que la obligan a adoptar una postura de victimización para desviar la atención de las graves acusaciones que la rodean.
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Desde su llegada al poder, Ayuso ha estado rodeada de figuras controvertidas. Su número 3, Ana Millán, está imputada por cuatro presuntos delitos de corrupción.
Además, su hermano se enriqueció durante la pandemia del COVID-19 mediante comisiones por la venta de mascarillas1.
Estos casos no son aislados; forman parte de un sistema podrido que parece estar diseñado para beneficiar a unos pocos a costa del bienestar de la mayoría.
La estrategia de la victimización
Cada vez que surge un nuevo escándalo, Ayuso recurre a la victimización. Acusa al gobierno central y a los medios de comunicación de llevar a cabo una campaña de desprestigio en su contra.
Esta estrategia no solo es deshonesta, sino que también es peligrosa, ya que busca desviar la atención de los verdaderos problemas y perpetuar un sistema corrupto.
Para tener en cuenta
- Ana Millán: Imputada por cuatro presuntos delitos de corrupción.
- Hermano de Ayuso: Enriquecido con comisiones por la venta de mascarillas durante la pandemia.
- Miguel Ángel Rodríguez: Jefe de gabinete de Ayuso, acusado de mentir y amenazar a periodistas.
- Pareja de Ayuso,Alberto González Amador: Fraude fiscal y delitos de falsedad.
Es necesario que las instituciones judiciales y de investigación lleguen a lo profundo de estos casos de aparente corrupción, para llegar a los culpables y aplicarle las sanciones correspondientes.