Verónica Mas 
Archivo: EL Solidario. Ataud de cartón
Casar la manera de vivir con la de morir es un acto de coherencia al que poco a poco nos estamos acercando. Iniciativas que tienen en cuenta la huella medioambiental que dejamos cuando dejamos de respirar, están fomentando la penetración de una nueva conciencia donde morir no tiene porque suponer dejar una montaña de escombros y basura en nuestro último adiós.
No nos engañemos, morir también contamina: ataúdes de madera barnizada, toneladas de hormigón en los cementerios, flores artificiales que acaban en vertederos…
Sin embargo, existe otra manera de abandonar este plano: El entierro natural, sin ataúd y directamente en la tierra. En países como Francia, Alemania, Reino Unido y algunos estados de EE. UU. esta alternatica está cogiendo cada vez más peso.
Jordi Miralles, presidente de la asociación ‘Enterramiento Natural’, lo tiene claro: «Igual que cada vez somos más conscientes del impacto medioambiental de nuestra forma de vivir, también deberíamos pensar en cómo queremos morir».
Biodegradables hasta el final
El sector funerario empieza a adaptarse a esta nueva conciencia ecológica. Un ejemplo destacado es el cementerio de Roques Blanques, en el Parque Natural de Collserola (Barcelona). Allí, la oferta incluye urnas 100 % biodegradables hechas de gelatina, arcilla, arena, sal o micelio.
Cartón, color y emoción
En Burgos, el diseñador Manuel Revilla ha creado una alternativa singular: ataúdes de cartón reciclado. Su empresa ‘Resistible’, apuesta por un enfoque más humano y sostenible. «Quise diseñar un ataúd que hiciera de la despedida algo más emotivo y personal», explica. Su propuesta se puede pintar, escribir o decorar, permitiendo dejar un último mensaje para el ser querido.
Hablar de la muerte para vivir mejor
Y si hablamos de sostenibilidad, no podemos dejar de lado lo emocional. ¿Cómo nos enfrentamos a la muerte de los demás? ¿Y a la nuestra? Iniciativas como los ‘Death Cafés’, encuentros para hablar con naturalidad sobre la muerte, nos invitan a romper el tabú y vivir con más consciencia.
Porque incluso al final del camino, podemos elegir dejar una huella más ligera. Morir de forma sostenible no es solo posible, es también un acto de coherencia con la vida que llevamos.
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