La situación de las personas sin hogar en Madrid se agrava, con más de 2.200 personas atendidas en 2023, un incremento notable en comparación con años previos. Esta cifra representa una crisis social compleja, donde factores como el desempleo, los desahucios y el encarecimiento de la vivienda exacerban la exclusión social.
La mayoría de las personas afectadas son hombres, aunque el aumento de mujeres y jóvenes en esta situación alarma a expertos y organizaciones sociales.
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Medidas e inversión insuficientes
El Ayuntamiento de Madrid, consciente de la gravedad, ha reforzado su estrategia para enfrentar el problema. Programas como ‘A Tiempo’, dirigidos a jóvenes de entre 18 y 25 años, buscan ofrecer alojamiento temporal y acceso a servicios esenciales, con un presupuesto de 2,2 millones de euros.
Sin embargo, las organizaciones en defensa de los derechos humanos destacan que estas medidas no son suficientes frente a la magnitud del desafío. Cáritas y otros colectivos han insistido en que el sinhogarismo es una «crisis invisible» que exige una inversión sostenida y un enfoque estructural.
La ciudad se encuentra en una encrucijada: pese a iniciativas como el programa Housing First, que ofrece viviendas permanentes como punto de partida para la reinserción, la precariedad laboral y la falta de recursos habitacionales dificultan la implementación efectiva de soluciones a largo plazo. A esto se suma la insuficiencia de plazas en los albergues municipales, un tema recurrente en los inviernos madrileños.
El sinhogarismo no solo es un reflejo de desigualdades económicas, sino también una llamada a la acción colectiva. Garantizar un techo y acceso a recursos básicos no debe ser visto como un lujo, sino como un derecho humano fundamental. La empatía y la voluntad política son esenciales para construir una ciudad más justa y humana.
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