
EFE
La Tate Modern de Londres acoge la mayor retrospectiva dedicada a Leigh Bowery, el icono underground cuya mezcla de performance, moda radical y activismo queer revolucionó la escena artística de los 80 y 90. Una exposición que no solo celebra su legado, sino que cuestiona las fronteras entre el arte y la vida.
El fenómeno Bowery
Nacido en Australia pero afincado en Londres, Bowery (1961-1994) fue una fuerza creativa imposible de clasificar: diseñador de vestuarios para Michael Clark, muso de Lucian Freud y creador de looks que convertían su cuerpo en escultura viviente. Sus performances en el club Taboo, donde llegó a dar a luz en escena, redefinieron el concepto de espectáculo.
La muestra incluye desde sus extravagantes trajes hasta fotografías y videos de sus acciones más polémicas. Destaca una sección sobre su colaboración con Trojan, el colectivo queer que usaba el arte como respuesta al sida. Comisariada por Andrew Wilson, la exposición subraya cómo Bowery usaba su cuerpo como lienzo de crítica social.
En tiempos de uniformidad digital, Bowery sigue siendo un recordatorio explosivo: el arte verdadero no se consume, se vive. Su legado, tan incómodo como necesario, grita más fuerte que nunca en los muros de la Tate
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