
EFE/EPA/ETTORE FERRARI/ EL SOLIDARIO
Nacido en Chicago hace 68 años, el nuevo pontífice llega al solio de Pedro tras una larga trayectoria como prefecto del Dicasterio para los Obispos, donde demostró una notable capacidad para conciliar posiciones antagónicas.
Su elección, alcanzada en la cuarta votación con 85 de los 115 votos posibles, refleja el delicado equilibrio que deberá mantener entre continuar el legado reformista del Papa Francisco y contener el creciente malestar de los sectores conservadores, que en los últimos meses habían intensificado su oposición a cambios como la mayor participación de los laicos en la toma de decisiones eclesiales.
El ahora León XIV se enfrenta a desafíos inmediatos de enorme calado. Por un lado, la crisis financiera del Vaticano, con el Instituto para las Obras de Religión (el banco vaticano) mostrando un déficit de 600 millones de euros respecto a 2019. Por otro, la necesidad de dar continuidad a procesos sinodales clave mientras gestiona la rebelión abierta de al menos doce obispos que ya han firmado una carta de desobediencia. Su experiencia como provincial de los agustinos en Perú y su profundo conocimiento de la curia romana serán activos cruciales en esta tarea.
Analistas vaticanos destacan que Prevost ha optado por gestos significativos desde su elección, como rechazar la tradicional capilla roja para vestir simplemente la sotana blanca, un símbolo de la austeridad que probablemente marcará su pontificado. Sin embargo, su verdadero examen de fuego llegará en octubre, cuando deba liderar el Sínodo sobre Sinodalidad en un clima de tensiones crecientes entre las 23 conferencias episcopales participantes.
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