
Archivo/ELSOLIDARIO.Niños palestinos entre los escombros en el lugar de los ataques de Israel en el campo de refugiados de Nuseirat.
En un gesto histórico, España pedirá a la ONU que la Corte Internacional de Justicia se pronuncie sobre el bloqueo israelí a la ayuda humanitaria en Gaza. Desde la Cumbre de la Liga Árabe, Pedro Sánchez denunció la masacre: “Palestina se desangra ante nuestros ojos”. La iniciativa marca un punto de inflexión en la política exterior española, alineándose con los principios del derecho internacional y la justicia global.
Mientras los hospitales de Gaza colapsan, los niños mueren de hambre y los convoyes humanitarios son retenidos bajo fuego, buena parte del mundo sigue mirando hacia otro lado. En esta muestra de crueldad sostenida, que ya ha costado decenas de miles de vidas, la decisión del Gobierno español de llevar el bloqueo israelí ante la Corte Internacional de Justicia es un acto de valentía política y compromiso con los derechos humanos.
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La iniciativa de España no es solo legal, es moral. Significa decir “basta” a una impunidad que lleva décadas alimentándose de silencios diplomáticos, ambigüedades europeas y complicidad internacional. Como ha destacado el presidente Sánchez, Palestina no puede seguir siendo un territorio de sacrificio donde la comunidad internacional solo reacciona con condolencias vacías.
El bloqueo a la Franja de Gaza, como denuncian las principales ONG y organismos de la ONU, constituye una forma de castigo colectivo contrario a la legalidad internacional. Privar de comida, agua y medicinas a toda una población no es autodefensa: es barbarie.
Frente a esta tragedia, la política exterior española da un paso al frente, desmarcándose del seguidismo atlantista que ha imperado en Europa. Es una acción coherente con los valores democráticos, que debe ser respaldada por más gobiernos con decencia y dignidad.
La justicia internacional no puede seguir siendo rehén de los intereses de unos pocos. Con este gesto, España recupera el legado de una izquierda internacionalista que entiende que los derechos humanos no tienen fronteras. Porque cuando un pueblo resiste bajo bombas y hambre, callar es ser cómplice. Y hablar, como lo ha hecho hoy nuestro Gobierno, es empezar a hacer justicia.
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