Condenado un centro escolar a pagar 40.000 euros de indemnización por desatender «el acoso» sufrido por una niña de 5 años
Silvia María Vicente Moya 
Archivo: El Solidario
Un tribunal ha determinado que la inacción de un centro educativo de Bilbao ante el acoso sistemático que sufrió una alumna de 5 años y que vulneró sus derechos fundamentales, se merita una indemnización de 40.000 euros.
El dolor de una niña de 5 años y el silencio de los adultos que debían protegerla son el núcleo de un caso que ha conmocionado a Bilbao. Durante meses, una alumna sufrió burlas, exclusión y agresiones físicas en su aula. Mientras tanto, el colegio, advertido en reiteradas ocasiones por los padres de la pequeña, no tomó medidas eficaces para detener el sufrimiento. Ahora, un tribunal ha establecido que esa omisión tuvo graves consecuencias para el bienestar psicológico y emocional de la menor.
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La sentencia, emitida esta semana, señala que el centro educativo incumplió su deber de velar por la integridad de la menor, dejando que la situación se continuara. Según los informes psicológicos presentados en el juicio, la niña desarrolló trastornos de ansiedad, insomnio y miedo a acudir a la escuela, secuelas que podrían acompañarla durante años. Los padres, desesperados tras las infructuosas reuniones con la dirección del colegio, optaron por cambiar a su hija de centro, pero las marcas del acoso ya estaban presentes.
Llamada a la acción por parte del sistema educativo
El fallo también pone en cuestión los protocolos de actuación contra el acoso escolar en el sistema educativo, evidenciando la falta de recursos y formación para identificar y tratar casos en edades tan tempranas. Es más, el abogado de la familia expone que no se trata solo de indemnización económica, sino de una llamada de atención urgente a toda la comunidad educativa.
Este caso refleja la fragilidad de los niños y la importancia de actuar a tiempo para prevenir daños irreparables. ¿Qué precio tiene el silencio cuando una infancia queda marcada por el miedo? La clave está en la supervisión, confianza entre padres e hijos y en una buena base educativa y psicológica. «Pedir ayuda no es negativo, por el contrario, puede salvar vidas»
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