
Tomada de Noticias de Israel: China y su creciente arsenal nuclear
Este ascenso ha sido el resultado de una combinación de reformas económicas, inversión en infraestructura y una estrategia de apertura al comercio internacional.
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Apertura al mundo, industrialización e inversión en ciencia y tecnología
A finales de la década de 1970, bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, China inició una serie de reformas orientadas al mercado, conocidas como socialismo con características chinas. Estas reformas incluyeron la descolectivización de la agricultura, la apertura a la inversión extranjera y la creación de zonas económicas especiales. Como resultado, el país experimentó un crecimiento económico sostenido durante más de tres décadas.
China se consolidó como la fábrica del mundo, liderando la producción manufacturera global. Este liderazgo se basó en una combinación de mano de obra abundante, costos competitivos y una infraestructura en constante mejora. El país se convirtió en el principal exportador e importador de bienes, fortaleciendo su posición en el comercio internacional.
En las últimas décadas, China ha apostado por la inversión en ciencia y tecnología, buscando transformar su economía hacia sectores de mayor valor agregado. Ha logrado avances notables en áreas como la inteligencia artificial, la energía renovable y la exploración espacial. Esta evolución refleja un claro intento de posicionarse no solo como una potencia económica, sino también como un líder en innovación global.
Expansión global y política exterior
China ha ampliado su influencia global a través de iniciativas como la Franja y la Ruta, un ambicioso plan de infraestructura que conecta Asia con Europa y África. Además, ha fortalecido sus lazos diplomáticos y comerciales con diversas regiones, consolidando su presencia como un actor clave en la política y economía mundial.
El ascenso de China como potencia global es un ejemplo de cómo una estrategia de desarrollo sostenido y planificado puede cambiar el destino de una nación. Sin embargo, también plantea interrogantes sobre los límites del poder económico, los impactos sociales del crecimiento acelerado y la necesidad de garantizar que el desarrollo no se traduzca en desigualdades estructurales ni en la erosión de los derechos humanos. Ya que en un mundo en el que el poder económico puede concentrarse en manos de unos pocos, es fundamental que el crecimiento esté al servicio de la humanidad y no en su contra.
Este país no solo ha transformado su economía, sino que ha reconfigurado el equilibrio de poder mundial. Su creciente influencia ha alimentado una competencia directa con EEUU, especialmente en áreas clave como el comercio, la tecnología, la defensa y la influencia geopolítica. Esta lucha por la hegemonía ha intensificado tensiones en el Indo-Pacífico, generado disputas en torno a Taiwán, y desencadenado guerras comerciales que afectan a mercados globales.
El riesgo de una nueva guerra fría tecnológica y económica no solo amenaza la estabilidad internacional, sino que también puede derivar en un retroceso en la cooperación global. Todo ello justo cuando el mundo enfrenta desafíos comunes como el cambio climático, las pandemias y la desigualdad. Esta confrontación entre potencias obliga a los países intermedios a tomar posición y pone en juego el futuro del multilateralismo, la paz y los valores democráticos.
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