
Imagen: museuvirtualgitano.cat. El Solidario. Tres jóvenes de etnia gitana en el instituto donde estudian la educación secundaria.
El abandono escolar temprano sigue golpeando con fuerza a la comunidad gitana. Una realidad que, lejos de mejorar, perpetúa un círculo de desigualdad y exclusión que la sociedad española no puede seguir ignorando.
En España, dos de cada tres jóvenes gitanos abandonan los estudios antes de terminar la Educación Secundaria Obligatoria (ESO), según el último informe de la Fundación Secretariado Gitano. Esta cifra, que triplica la media nacional, evidencia una brecha educativa que deja a miles de jóvenes sin oportunidades reales de futuro.
«Es una indecencia que en pleno siglo XXI sigamos permitiendo que tantos niños y niñas gitanas vean sus sueños truncados», denuncia Marta Martín, portavoz de la organización.
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El impacto de este abandono escolar temprano va mucho más allá de las aulas. La falta de formación condena a miles de jóvenes gitanos a un mercado laboral precario y, con frecuencia, a situaciones de exclusión social. «El mensaje que reciben es claro: sus vidas valen menos, sus sueños importan menos.
Esto tiene consecuencias devastadoras a nivel psicológico», señala la psicóloga social Ana Gómez. Los prejuicios y estereotipos, junto con la pobreza estructural, son los principales factores que perpetúan este problema.
Mientras tanto, los programas educativos dirigidos a la inclusión de la comunidad gitana no alcanzan los resultados esperados. «No se trata solo de crear becas o tutorías, sino de transformar una estructura que invisibiliza y discrimina», añade Martín.
«Es urgente invertir en políticas públicas que combatan no solo la desigualdad educativa, sino también los estigmas que cargan estos jóvenes desde la infancia», opinan los expertos.
¿Seguiremos mirando hacia otro lado mientras se pierden las ilusiones de toda una generación? La solución no es responsabilidad exclusiva de las instituciones, sino de una sociedad que debe decidir si apuesta por la igualdad o acepta la injusticia como parte del paisaje cotidiano.
¿Es este el futuro que queremos para nuestros jóvenes?
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