
Ética periodística en la Era de la Inteligencia Artificial // MyNews // El Solidario
La IA generativa como herramienta por sí misma no es «buena» ni «mala«, pero se basa en millones de datos que pueden ser verídicos, actualizados y contrastados. También pueden ser falsos, imprecisos, desfasados y, en consecuencia, los contenidos que crea también pueden serlo si estos no son corregidos.
También, como toda herramienta, depende del uso o de la intención que se le de. Detrás de la herramienta, suele haber un modelo ideológico, económico o pòlítico y en el caso de los medios de comunicación, si no se ejerce la responsabilidad, puede resultar un amplificador de contenidos fraudulentos.
La inteligencia artificial generativa ha irrumpido en los medios como una herramienta ambivalente. Su capacidad para generar contenidos masivos en segundos la convierte en ‘aliada y amenaza‘. Las granjas de contenido y los algoritmos de distribución posicionan información sin que esta sea verificada. A la vez, estas tecnologías permiten automatizar la detección de bulos y acelerar procesos de contraste informativo
Esta capacidad puede resultar muy interesante desde el punto de vista periodístico y comunicativo. La velocidad en el desarrollo y la evolución de la creación de imágenes es un buen ejemplo de la paradoja que supone utilizar esta tecnología.
“Hace solo tres meses, las falsificaciones profundas presentaban errores evidentes, sobre todo en la reproducción de extremidades, manos y pies. Ahora son mucho más precisas y se difunden aún más rápido. En particular, la tecnología ha tenido verdaderos avances en lo que respecta a la liberación de herramientas para la sincronización labial y la ‘voz en off’, lo que hace posible utilizar medios disponibles públicamente para clonar voces sin permiso”, declaró la experta Elena Perrotti.
El problema no es la herramienta, sino el uso que se hace de ella
Las voces expertas como la de Candela Ollé, de la UOC, alertan de que sin intervención humana, estas herramientas amplifican errores o incluso falsificaciones, como las nuevas técnicas de clonación de voz o imágenes realistas imposibles de distinguir del original.
Frente a esto, el papel del periodismo ético cobra más valor que nunca. Se requieren profesionales que validen, corrijan y verifiquen contenidos. Figuras como la corresponsal de desinformación de la BBC, Marianna Spring, marcan un nuevo rumbo dentro de las redacciones. Además, la legislación europea avanza con la futura Ley de Inteligencia Artificial de la UE, que busca poner límites claros a los abusos de esta tecnología.
Sin embargo, ningún marco legal será suficiente si la ciudadanía no participa de forma activa. Promover desde la escuela una alfabetización mediática es urgente, así como enseñar a discernir qué contenidos han sido generados por humanos o por máquinas. Fomentar el pensamiento crítico es, ha sido y será una de la más importantes claves a trabajar en todas las sociedades y a todas las edades.
En una época donde las grandes plataformas concentran poder sin control democrático, el acceso a información verificada se convierte en una forma de resistencia. Si la verdad se convierte en un producto editable según intereses económicos o políticos, se debilita la democracia y se allana el camino a los discursos autoritarios que erosionan los derechos colectivos.
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