
Tomada de MM: Proyectos ciudadanos serán financiados por el Fondo de Protección Ambiental 2020 en la región de O´Higgins
Mientras se acumulan los discursos vacíos sobre sostenibilidad, en el Pirineo aragonés se libra una batalla silenciosa por la supervivencia del urogallo pirenaico, una de las aves más amenazadas de la península ibérica. En un intento por evitar su extinción, el Gobierno de Aragón ha impulsado la restauración de 280 hectáreas de hábitat natural, recuperando áreas críticas para su reproducción y alimentación.
El urogallo no es solo una especie en peligro, es la prueba viviente del abandono institucional a la biodiversidad de alta montaña, arrasada por décadas de urbanización, monocultivos forestales y pérdida de conectividad ecológica. Su drástica disminución no es un accidente: es consecuencia directa de un modelo económico que ha sacrificado los ecosistemas en nombre del turismo masivo y el beneficio privado.
Además de la recuperación forestal, la actuación incluye el cierre de accesos a zonas clave, para evitar la alteración del entorno durante la época de celo. Medidas necesarias, pero que llegan tarde y que deben ir acompañadas de una política ambiental valiente, que priorice la vida salvaje frente a los intereses económicos.
Salvar al urogallo es salvar también una forma de entender el territorio. No se trata solo de conservar una especie, sino de repensar la relación entre seres humanos y naturaleza. Porque proteger a las especies en riesgo no es una opción, es una responsabilidad colectiva.
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