Groenlandia da un giro político con la victoria de Demokraatit

En las elecciones celebradas este fin de semana en Groenlandia, el partido liberal Demokraatit ha triplicado su número de votos y ha pasado del cuarto al primer lugar. Con una participación del 70%, la cuestión de la independencia y las presiones geopolíticas han sido los temas clave.

Seis formaciones se han presentado. Cinco abogaban por la independencia de Dinamarca, aunque difieren en el momento y la forma de alcanzarla. El gran vencedor, Demokraatit, obtuvo el 29,9% de los votos y ha defendido un enfoque pausado hacia la soberanía, priorizando el fortalecimiento de la economía sin comprometer el bienestar de los ciudadanos.

Este ascenso ha sido inesperado, pues el partido contaba con solo dos escaños en la legislatura anterior. Su líder, Jens-Frederik Nielsen, de 33 años, ha sido uno de los más críticos con las injerencias de Donald Trump, al afirmar que estas representan «una amenaza para nuestra independencia política».

El segundo partido más votado ha sido Naleraq, con un 24,4%. Esta formación populista defiende una independencia inmediata y está dispuesta a estrechar lazos con Estados Unidos mediante un tratado de libre asociación.

Los grandes perdedores de la jornada han sido Inuit Ataqatigiit, que lideraba el gobierno anterior, y los socialdemócratas de Siumut. Este giro político representa un castigo a los partidos de centro y podría complicar las aspiraciones del gobierno danés de lograr una administración estable en Groenlandia.

Una respuesta clara a EE. UU.

En el extremo opuesto del espectro político, el partido Qulleq, que era la única formación abiertamente favorable a una integración con Estados Unidos, ha cosechado un insignificante 0,9% de los votos.

Actualmente, Groenlandia depende en un 90% de las exportaciones pesqueras y de una subvención anual de 522 millones de euros del gobierno danés. La mayoría de los partidos apuestan por potenciar la minería y el turismo como sectores clave para el futuro de la isla.

Groenlandia inicia una nueva etapa política con la independencia como telón de fondo y con un gobierno que deberá lidiar con las presiones internacionales, especialmente las de Estados Unidos, en un Ártico cada vez más estratégico.

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