La degradación del suelo afecta a más de 3.000 millones de personas en todo el mundo, según un informe internacional reciente.Naciones Unidas advierte que el cambio climático está intensificando las sequías, la inseguridad y la inestabilidad en diversas regiones del mundo.
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Este fenómeno, impulsado por prácticas humanas como la deforestación, la urbanización descontrolada y la agricultura intensiva, pone en peligro la biodiversidad, los ecosistemas y la seguridad alimentaria global. Además, el deterioro del suelo contribuye al cambio climático y agrava la pobreza en las regiones más vulnerables del planeta.
Crisis de la seguridad alimentaria y el equilibrio ambiental
La Organización de las Naciones Unidas ha destacado que un tercio del suelo mundial está gravemente degradado. Este problema reduce la capacidad de los suelos para filtrar agua, absorber carbono y sostener cultivos, incrementando la inseguridad alimentaria en comunidades rurales que dependen de la tierra para sobrevivir.
África subsahariana, Asia Central y América Latina son algunas de las regiones más afectadas, donde la combinación de sobreexplotación y sequías intensifica los impactos.
Frente a este desafío, los expertos subrayan la importancia de aplicar medidas de restauración. Prácticas como la reforestación, la rotación de cultivos y la agricultura regenerativa son fundamentales para recuperar los ecosistemas degradados.
Además, organismos internacionales piden una acción urgente para implementar políticas sostenibles que aborden las causas subyacentes de la degradación, incluyendo el cambio climático y la sobreexplotación de los recursos naturales.
Un desafío financiero global y largo proceso
La ONU estima que se necesitan 2,6 billones de dólares para restaurar suelos degradados de aquí a 2030, una cifra equivalente al gasto mundial en defensa en 2023.
Tahanyat Naeem Satti, en representación de organizaciones civiles, subrayó la importancia de incluir a mujeres, jóvenes, indígenas y comunidades locales en la toma de decisiones sobre gestión sostenible de tierras.
Destacó que sus experiencias son clave para diseñar políticas efectivas en la lucha contra la degradación de suelos y promover su restauración sostenible.
A pesar de las iniciativas globales, como la Convención de las Naciones Unidas para Combatir la Desertificación, el progreso sigue siendo lento. La falta de recursos económicos, compromiso político y coordinación internacional limita la capacidad de mitigar esta crisis.
El impacto de la degradación del suelo no se limita a las regiones más pobres, ya que amenaza los recursos naturales y la estabilidad ambiental global. Es crucial que gobiernos, empresas y ciudadanos trabajen juntos para frenar este problema.
La restauración del suelo no solo beneficia al medio ambiente, sino que también mejora la calidad de vida de millones de personas, asegurando un futuro sostenible para las próximas generaciones.
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