El ciberacoso, una de las formas más devastadoras de violencia digital, afecta a 8 de cada 10 jóvenes en España, según un reciente informe. Es un ataque invisible que atraviesa pantallas para destruir la autoestima, la tranquilidad y, en muchos casos, la vida de quienes lo sufren. Insultos, amenazas y chantajes, body shaming, comentarios sexuales inapropiados e, incluso, la difusión de imágenes íntimas sin consentimiento son algunas de las agresiones que enfrentan a diario en redes sociales.
Lo más alarmante es que el ciberacoso no termina al apagar el dispositivo. Sus víctimas viven bajo una presión constante, atrapadas en un ciclo de ansiedad, miedo y aislamiento. Muchas sienten que no tienen herramientas para defenderse, mientras las plataformas digitales, que deberían ser espacios seguros, a menudo fallan en protegerlas y sancionar a los agresores.
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Especialistas en salud mental alertan sobre las graves consecuencias psicológicas del ciberacoso, que van desde ansiedad y depresión hasta pensamientos suicidas. Actualmente, el uso de la inteligencia artificial también ha suscitado una nueva forma de abuso digital creando imágenes que simulan el abuso sexual infantil, según alerta la ONU.
Redes sociales: ¿espacio de conexión o de agresión?
El informe también revela que muchas jóvenes no denuncian estos abusos por miedo o por la creencia de que no serán tomadas en serio. «Te hacen pensar que exageras, que es ‘solo Internet'», señala María, otra joven afectada. Sin embargo, los datos son claros: el impacto del ciberacoso no se queda en el mundo virtual, sino que invade la vida cotidiana de sus víctimas.
STOP al CIBERACOSO
Es hora de actuar. Como sociedad, no podemos permanecer indiferentes. Denunciar, educar y exigir responsabilidad a quienes facilitan estos ataques es fundamental. Cada acción que tomemos puede marcar la diferencia. Porque detrás de cada pantalla hay una persona, y nadie merece vivir con el peso de la humillación y el miedo.
¿Estamos dispuestos a tolerar esta violencia, o seremos parte del cambio? ¿Están las plataformas haciendo lo suficiente para proteger a las jóvenes? ¿Qué responsabilidad tienen los usuarios, los padres y las instituciones?
Muchas cuestiones por responder y una única conciencia que tomar: educación y acción.
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