La reciente victoria de Donald Trump ha desatado una ola de entusiasmo entre los líderes de la extrema derecha en Europa, quienes ven en él un ejemplo de cómo desafiar al sistema y a la política tradicional. Desde París hasta Berlín, figuras como Marine Le Pen, de la Agrupación Nacional francesa, y Santiago Abascal, de Vox en España, han celebrado el triunfo como una señal de esperanza para sus propias aspiraciones en un continente cada vez más polarizado.
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Para muchos europeos que sienten que sus preocupaciones sobre inmigración, soberanía y seguridad no son escuchadas por los políticos convencionales, Trump representa la voz de quienes exigen un cambio radical. Las calles de Europa resuenan con la creciente frustración de ciudadanos que, como los estadounidenses que apoyaron a Trump, se sienten desilusionados.
Es entre jóvenes y desempleados, donde los discursos de los partidos de extrema derecha encuentran un eco cada vez más fuerte y preocupante.
Temor, incertidumbre y nerviosismo global
Sin embargo, esta tendencia también despierta temor en otros sectores de la sociedad europea, que ven en esta ola un posible retroceso en los valores de inclusión y tolerancia que tanto costaron conseguir. Las tensiones aumentan y el futuro de Europa se siente incierto. La influencia de Trump, más allá de las fronteras de su país, parece indicar un nuevo ciclo político en Occidente que apenas comienza.
No obstante, Trump había prometido en su campaña electoral pactar la paz entre Ucrania y Rusia, sin dar pinceladas de cómo.
Por tanto, aumenta el nerviosismo y la incertidumbre global donde se hacen cargo líderes autoritarios y los conflictos bélicos.
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