
El Solidario. Pepe Mujica, expresidente de Uruguay y líder del progresismo en Latinoamérica.
La política española despide a José Mujica con una mezcla de tristeza y admiración. El expresidente de Uruguay, símbolo viviente de la izquierda ética y coherente, deja un legado que trasciende fronteras.
“Un mundo mejor; en eso creyó, militó y vivió Pepe Mujica”, escribió Pedro Sánchez. Pero más allá de las palabras, lo que muere hoy no es un hombre, sino un referente insustituible en una política contaminada de cinismo y espectáculo.
MUY INTERESANTE
José “Pepe” Mujica fue mucho más que un mandatario. Fue una figura revolucionaria, un símbolo mundial de la política con principios, de la austeridad real y de la coherencia entre el discurso y la práctica.
Mientras muchos líderes progresistas se fueron acomodando al sistema, Mujica vivió en su pequeña granja, renunció al lujo, donó la mayor parte de su salario y predicó con el ejemplo. Su vida fue un acto de rebeldía permanente contra el capitalismo salvaje, la vanidad del poder y la desmemoria de la historia.
España llora hoy a un compañero de lucha, alguien que supo inspirar a las nuevas generaciones de militantes y activistas con su palabra sencilla y su mirada serena.
Para la izquierda española, Mujica fue el espejo donde mirarse sin excusas: el viejo tupamaro que sufrió cárcel y tortura, pero jamás perdió la ternura ni la fe en el pueblo. Un hombre que defendió el feminismo, la legalización de la marihuana, la educación pública y los derechos de los trabajadores sin cálculo electoral ni postureo.
Su legado resuena en cada rincón donde se levanta una voz contra la injusticia, donde alguien se atreve a decir que otro mundo es posible. En un momento en que la política europea se derechiza, donde el neoliberalismo se disfraza de gestión eficiente, y los partidos progresistas parecen cada vez más desdibujados, recordar a Mujica es también una llamada urgente a repolitizar la vida, a recuperar el sentido de comunidad y solidaridad.
Mujica no murió. Mujica es verbo, no sustantivo. Es acción, es ética, es resistencia. Su legado no cabe en mausoleos ni en homenajes oficiales, porque vive en cada decisión valiente, en cada política pública que ponga en el centro a las personas y no al capital.
Hoy, más que nunca, la izquierda debe preguntarse: ¿qué haría Pepe Mujica? Y entonces, actuar en consecuencia.
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