Almudena, madre de 47 años y residente en Fuerteventura, perdió la vida hace cinco años tras una dolorosa batalla contra el cáncer, agravada por la negligencia médica en un sistema sanitario que le falló en los momentos más críticos.
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Según denuncia su hija Violeta, su madre acudió repetidamente a urgencias con síntomas graves debido a una metástasis avanzada. Sin embargo, la respuesta médica fue siempre la misma: “Tómese un paracetamol”.
Esta tragedia ha encendido la indignación de la familia, que decidió llevar el caso ante los tribunales no solo para buscar justicia por Almudena, sino para evitar que otras familias pasen por una situación similar. Pero ¿cómo es posible que en pleno 2025 sigamos enfrentándonos a estas graves fallas en el sistema de salud?
Un caso que destapa fallos estructurales
El caso de Almudena no es aislado. Cada vez son más frecuentes las denuncias que apuntan a diagnósticos tardíos, deshumanización del personal médico y falta de recursos en los servicios de urgencias de Canarias.
Violeta relata cómo su madre llegó a urgencias en múltiples ocasiones, con dolor insoportable y un cuadro evidente de gravedad, pero los médicos se limitaron a tratar los síntomas con medicamentos básicos sin realizar pruebas exhaustivas. Cuando finalmente se confirmó el diagnóstico, era demasiado tarde.
Este caso revela nuevamente un sistema sanitario que, bajo la presión de la falta de personal y recursos, ha comenzado a perder de vista su propósito principal: proteger la vida y la dignidad de los pacientes.
La responsabilidad del sistema sanitario
Mientras Almudena sufría, las decisiones políticas seguían postergando inversiones necesarias para reforzar la atención primaria y los servicios de urgencias en Canarias. La falta de especialistas, unido a un sistema burocrático lento e ineficaz, convierte cada caso como el de Almudena en una sentencia de muerte anunciada.
¿Hasta cuándo seguiremos permitiendo esta deshumanización?
La familia de Almudena clama por justicia, pero la sociedad debería exigir algo más: reformas profundas y reales que prioricen la salud de los ciudadanos sobre cualquier interés político. Si un sistema no puede garantizar la vida de sus pacientes, ¿qué futuro le espera a nuestra sanidad pública?
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