El gobierno de Javier Milei ha desatado una nueva polémica al asegurar que el salario mínimo es un «error», justificando que debería eliminarse porque, según el propio presidente, impide contratar a personas dispuestas a trabajar por menos. Esta declaración llega en una inflación interanual del 120% que ha devorado los ingresos reales de los trabajadores argentinos, incluso con un aumento del salario mínimo del 80% desde que asumió el mandatario ultraliberal.
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La postura de Milei no solo atenta contra los derechos laborales, sino que normaliza la precarización del trabajo. El salario mínimo, lejos de ser un «error», es una herramienta fundamental para garantizar la dignidad de los trabajadores y reducir las desigualdades en sociedades marcadas por la injusticia social. Plantear su eliminación implica retroceder en conquistas históricas y someter a las clases más vulnerables a condiciones de explotación.
El problema no radica en el salario mínimo, sino en una política económica que no logra frenar la inflación ni garantizar la estabilidad del poder adquisitivo. La falta de controles efectivos sobre los precios y el mercado laboral, combinada con un discurso que prioriza al «mercado libre» sobre los derechos humanos, ha intensificado la crisis social en Argentina.
Además, la eliminación del salario mínimo favorecería únicamente a los grandes empresarios, quienes podrían reducir costos laborales a expensas de la calidad de vida de los trabajadores. Esto incrementaría las brechas de desigualdad y consolidaría un modelo económico que beneficia a unos pocos mientras empobrece a las mayorías.
La dignidad no debería ser negociable, ni estar sujeta a las leyes del mercado. Los trabajadores argentinos merecen un salario justo que les permita vivir con tranquilidad y proyectar un futuro. ¿Estamos dispuestos a aceptar que la dignidad se convierta en un lujo accesible solo para quienes pueden pagarlo? Es hora de que la sociedad exija políticas que prioricen a las personas sobre las cifras y que pongan fin a esta deriva precarizadora.
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