El escándalo que envuelve a la pareja de Isabel Díaz Ayuso por fraude fiscal y falsificación de documentos no solo ha salpicado a la presidenta de la Comunidad de Madrid, sino que también ha dejado en evidencia las maniobras políticas detrás del caso.
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Tanto Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete, como la propia Ayuso, han movido hilos para intentar minimizar el impacto mediático y político de este escándalo, en un intento claro por blindar su imagen pública y la de su gobierno.
La defraudación a Hacienda que reconoció la pareja de Ayuso ha puesto a la mandataria en una situación complicada, justo en un momento en que su gestión pública se enfrenta a crecientes críticas.
Según varias fuentes cercanas al entorno de la Comunidad de Madrid, la estrategia ha sido clara: Miguel Ángel Rodríguez ha desplegado una operación de control de daños, buscando desviar la atención de los medios y evitar que el asunto gane más relevancia.
Rodríguez, conocido por su capacidad de manejar crisis y tramas mediáticas, habría dado instrucciones precisas a los colaboradores más cercanos de Ayuso para restar importancia al caso en las declaraciones públicas y en los foros oficiales.
Además, según ha revelado eldiario.es, Ayuso habría intentado presionar a ciertos medios de comunicación para que suavicen el tratamiento de la noticia, manteniendo el tema alejado de los titulares principales.
Pero estas maniobras de control político no han conseguido apagar el fuego. La oposición y varios medios críticos han mantenido viva la denuncia, resaltando cómo la presidenta madrileña se ha visto envuelta en una red de encubrimiento de actos ilícitos que podrían tener graves consecuencias legales.
Aunque la Fiscalía aún no ha avanzado en el proceso judicial, la presión sobre Ayuso y su entorno sigue aumentando.
Este caso pone de evidencia cómo la corrupción y las irregularidades fiscales siguen siendo una lacra en los altos niveles de la política española, y cómo ciertos sectores del poder intentan manipular la narrativa pública para encubrir sus propios errores.
Fuentes: eldiario.es, La Vanguardia, El País.