
BBC/El Solidario. Miguel Uribe, senador y precandidato presidencial en Colombia.
Miguel Uribe Turbay, senador, candidato presidencial del Centro Democrático y figura clave del uribismo, fue herido de gravedad en un atentado en Bogotá, un hecho que sacude a Colombia en plena campaña electoral.
Más allá de las diferencias ideológicas, este acto deja una herida profunda en la ya fracturada democracia colombiana y debe servir como llamado urgente al respeto a la vida, sin importar la filiación política.
MUY INTERESANTE
Aunque Uribe Turbay representa un sector de la derecha conservadora con posturas diametralmente opuestas a las luchas progresistas, nada justifica la violencia.
Como señaló Gustavo Petro, presidente de Colombia, incluso en medio de la confrontación política, «la vida es sagrada». El país suramericano ha sufrido décadas de conflicto armado, donde el discurso del odio ha alimentado masacres y persecuciones. Hoy, cuando el país intenta avanzar hacia una paz estable, este ataque es un retroceso peligroso.
Un pasado triste y sangriento
En los años 80 y 90, Colombia vivió una de sus épocas más oscuras, cuando Pablo Escobar y sectores de la ultraderecha aliados con paramilitares asesinaron a líderes políticos que amenazaban sus intereses.
Entre las víctimas más emblemáticas están Luis Carlos Galán, candidato presidencial del Nuevo Liberalismo, asesinado en 1989 por denunciar el narcotráfico y la corrupción; Jaime Pardo Leal aspirante por la Unión Patriótica (UP) y muerto por sicarios de Pablo Escobar en 1987, y Bernardo Jaramillo Ossa, también líder de la UP, exterminado en 1990 por paramilitares, en un genocidio político que dejó más de 5.000 militantes de izquierda asesinados.
También se recuerda el magnicidio de Carlos Pizarro Leongómez, comandante del M-19 y candidato presidencial, ejecutado en 1990 luego de firmar la paz. Estos crímenes no fueron hechos aislados, sino parte de una estrategia sistemática para eliminar alternativas progresistas y mantener el poder en manos de las élites tradicionales y el narcotráfico.
Debate y respeto antes que la violencia y la confrontación
La política no puede convertirse en una guerra. Ya sea por diferencias ideológicas, religiosas, de orientación sexual o incluso deportivas, la única salida es el diálogo.
Lo ocurrido con Uribe Turbay debe llevarnos a reflexionar sobre cómo construimos la convivencia: ¿queremos una sociedad donde el adversario sea un enemigo para eliminar o un interlocutor con quien debatir?
Organizaciones como Amnistía Internacional y la ONU han alertado sobre el aumento de la violencia política en América Latina. En lugar de alimentar la polarización, es hora de aprender de países que, pese a profundas divisiones, han priorizado la concordia.
Que esta agresión no sea recordada como el inicio de un nuevo ciclo de sangre, sino como el momento en que Colombia dijo ¡basta!
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