
El Solidario. Responsabilidad Social Corporativa.
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) o Empresarial (RSE) mueve en el mundo cada vez cantidades más importantes de dinero, sin embargo, al ser una herramienta de las empresas, especialmente las grandes no deberíamos de considerarla como una medida o mecanismo para la transformación socioeconómica del modelo imperante y menos en una dirección hacía una mayor cohesión social y justicia económica.
Sabemos que la RSC adoptada por muchas empresas pertenece a lo que llamamos “lavado de imagen”, es decir, es en la mayoría de las ocasiones una herramienta de marketing de las que la promueven.
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Sin embargo, el tema es debatible. Si la hemos puesto en este catálogo de ideas para cambiar el mundo, es porque pensamos en la ingente cantidad de dinero que mueven que, en muchos casos, está destinada a las personas en peor situación económica y, por tanto, el mero hecho de aliviar el sufrimiento de esa población ya merece una consideración.
Para ilustrar la magnitud de la RSC podemos fijarnos en la Fundación Bill y Melinda Gates que tiene como objetivo alcanzar la igualdad en el acceso a la salud y la educación en todo el mundo a través del apoyo en más de cien países con una dotación fundacional de más de 42 mil millones de euros.
También la Fundación de George Soros, Open Society que es el mayor financiador privado del mundo de colectivos que trabajan en favor de los derechos humanos, la justicia y la democracia y que reparte más de 1200 millones de dólares anuales a diversas ONGs que luchan contra la xenofobia, el racismo, el autoritarismo y las ideas de odio de la ultraderecha.
No es casualidad que los grupos del odio neofascistas se fijen en estos dos grandes multimillonarios como el objetivo de sus ataques. Las importantes aportaciones que algunas empresas hacen a la RSC, destinando porcentajes destacados de sus beneficios, colocan a estas empresas en una vía que las acerca a los modelos de la economía social.
Estas aportaciones ayudan a paliar los problemas sociales y contribuyen a tener una sociedad más cohesionada y justa. La evolución de muchas empresas para mejorar su imagen o por propia voluntad de sus equipos directivos o su masa accionarial hacía estas posiciones nunca debe de rechazarse, sino aplaudirse. Cualquier avance en favor de los que menos tienen y de las mayorías sociales es una conquista
Un lavado de imagen empresarial
Sin embargo, no podemos olvidar que la intencionalidad de muchas de las empresas que ponen en práctica políticas de RSC suele ser más egoísta que altruista: mejorar su imagen, ahorrarse impuestos porque hay legislación que ofrece incentivos fiscales a estas acciones, o simplemente lavar la imagen con medidas de poco calado y mucha propaganda.
No podemos perder la perspectiva general: las fundaciones filantrópicas, asociadas a grandes empresas, han obtenido sus fondos gracias a un sistema económico que empobrece a gran parte de la humanidad y aumenta la desigualdad y por supuesto estas empresas están en una lógica capitalista que desea conservar el sistema que los ha enriquecido.
MUY INTERESANTE
Pero existen experiencias de empresas que han aportado grandes cantidades que ayudan a resolver problemas a personas en situación de exclusión social o acciones para construir un mundo más sostenible. Es necesario evaluar si el saldo para el Estado y por tanto para la sociedad es positivo o la Responsabilidad Social empresarial es solo una excusa para mejorar imagen y obligaciones fiscales
Esta contradictoria misión de la RSC puede también concretarse en alguna de las empresas que la practican. Por ejemplo, la Fundación Bill y Melissa Gates tiene un impacto contradictorio.
El monopolio en contra de los más vulnerables
Por un lado, su voluminosa aportación económica especialmente en la salud de las poblaciones más desfavorecidas ayuda a salvar millones de vidas en muchos de los países más pobres del Sur. Pero, por el lado negativo, promueve los monopolios de patentes en el campo farmacéutico y en la agricultura que dificulta la llegada de medicamentos más baratos a esa misma población.
Es imposible imaginar la sustentabilidad global sanitaria y agrícola sin unos nuevos modelos mucho más abiertos y justos de innovación biomédica y alimentaria.
El filantrocapitalismo de Bill Gates es una herramienta en su oposición a la reforma de un sistema de propiedad intelectual. Es muy clara la relación de Gates con Monsanto, con distintas grandes farmacéuticas y sus políticas en defensa de los monopolios sobre conocimientos básicos que sustentan la salud y la alimentación.
Es loable el esfuerzo filantrópico de Gates y otros millonarios con inversiones sociales que suponen la ayuda a millones de personas, pero hay que exigir que deje de condicionar la ayuda a un modelo injusto de propiedad intelectual que supone perpetuar un sistema injusto de reparto de la riqueza.
Cualquier acción que favorezca la mejora de la calidad de vida de la gente, debe de valorarse positivamente, por eso también la acción institucional debe de apoyar estas acciones. Los gobiernos en todos los niveles territoriales pueden (de hecho, así lo hacen) promover medidas para la promoción de la Responsabilidad Social Corporativa, sobre todo a través de incentivos fiscales y el reconocimiento social y político, y por tanto puede ser una estrategia también válida para derivar recursos a las causas sociales y medioambientales que defendemos desde los movimientos sociales y progresistas
El hecho de que los multimillonarios quieran participar en la lucha contra la pobreza, las desigualdades o las enfermedades debe tenerse en cuenta como un medio de redistribución de la riqueza sobre todo cuando su volumen es significativo y la sinceridad solidaria es superior a su vocación en la mejora o lavado de imagen.
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