Es preocupante que, en el marco del 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco, el Rey Felipe VI opte por una participación casi inexistente en los eventos conmemorativos organizados por el Gobierno.
De los 100 actos previstos, el monarca solo estará presente en dos: uno en los campos de concentración de Auschwitz y Mauthausen y otro que destaca la supuesta contribución de la monarquía a la Transición.
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Esta decisión, lejos de ser casual, revelaría las posibles tensiones entre la Casa Real y el Ejecutivo, y deja un amargo sabor en quienes exigen justicia y reconocimiento para las víctimas del franquismo.
Resulta desconcertante que el jefe de Estado elija guardar distancia de actos que abordan un tema tan crucial como la memoria histórica. ¿Es una «agenda copada», como se ha argumentado desde Zarzuela, o una clara intención de evitar enfrentarse al pasado?
Su ausencia en eventos relacionados con la dictadura refleja una monarquía débil, incapaz de afrontar su propio papel en los últimos capítulos de la historia reciente de España.
¿Bofetada a la memoria histórica?
Los actos conmemorativos, lejos de ser un ataque, son una oportunidad para reflexionar y sanar heridas. La decisión de Felipe VI de asistir solo a eventos que exalten el papel de la monarquía en la Transición se siente como un intento de preservar una imagen institucional que ha estado constantemente en entredicho. Esto, además, perpetúa un discurso donde la monarquía se presenta como neutral, obviando su inacción frente a décadas de represión.
En un país que aún lucha por desenterrar a sus muertos de las cunetas y por reconocer a las víctimas de la dictadura, la posición del Rey es una bofetada a los principios democráticos y a los avances en memoria histórica. Felipe VI debe asumir su responsabilidad como representante de todos los españoles y demostrar que la monarquía puede ser un actor comprometido con los valores democráticos.
¿Puede un jefe de Estado esquivar por siempre la confrontación con su historia? La memoria exige coraje, y España no puede permitirse una institución que siga evitando su cita con la verdad.
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