
Archivo: El Solidario. Solidaridad durante el apagón en Puertollano
Paz y amor son dos palabras que hoy, después de lo sucedido ayer, erizan la piel, Paz y amor fue lo que muchas personas dieron al ofrecer sus casas a las personas que estaban en una estación de tren pasando hambre y frío; paz y amor es lo que dió aquélla vecina que fue a visitar a la anciana Carmen que estaba sola y muerta de miedo; paz y amor es lo que ese bebé recibió cuando lo trasladaron a un lugar seguro.
No menospreciemos el valor profundo de estas palabras ni digamos que los seres humanos no somos capaces de ellas, huyamos del «lobo es un lobo para el hombre» y acerquémonos a lo que realmente nos protege y nos llena de plenitud: amar y sentirnos amados.
Uno de los peores augurios se ha cumplido y ha puesto de manifiesto que es la sociedad la que debe responder ante el caos. En estos tiempos históricos de pandemia, dana, cambio climático, incertidumbre bélica y apagón energético, somos las personas las que tenemos que cuidar nuestra supervivencia en unión con las instituciones y medios que velan por nuestra protección asegurando que éstos estén a nuestro completo servicio.
Ha llegado la hora de dejar atrás las peleas políticas de patio de infantes, exigir responsabilidades y elevarnos como seres que juntos, consiguen mover montañas. La existencia contemporánea nos está poniendo al filo de la navaja y con carteles luminosos (ayer más que nunca a pesar de haber quedado en oscuridad) , se nos está advirtiendo de que darnos la mano y establecer estructuras de organización ciudadana, es la única manera de sobrevivir.
Tenemos niños, ancianos, personas que necesitan nuestra ayuda si o si, y si o si, si no queremos abocarnos a nuestra extinción, debemos centrarnos en lo que es lo importante: ser humanos. Y ser humanos es mirar a los ojos de la otra persona y prestarle lo que nos dicte nuestro corazón.
Nuestra cabeza está obsesionada con datos y miedo pero lo que hace pum-pum en nuestro interior, sabe perfectamente qué es lo que tenemos que hacer; nuestro cuerpo tiene la misma frecuencia que el latido de este planeta y es en esa frecuencia donde alcanzamos la paz y el amor.
Si escuchamos a ese pum-pum con los otros pum-pum, conseguiremos con dignidad enfrentar balas de 9mm, apagones eléctricos y minas antipersonas, si nuestras cabezas nos dicen que no tenemos nada qué hacer, no hagamos caso, si, Carmen la anciana, es hoy más feliz y confía más el mundo, si ese bebé se ha sentido protegido en medio del caos, es porque hay personas que se sienten bien cuando otras están bien y me pregunto ¿Qué pasaría si todas las personas buscásemos ese bien?
Sin embargo y por desgracia, no me pregunto que pasaría si no lo buscásemos, porque la respuesta está más que clara: estaremos abocados a la extinción.
Nuestra es la decisión.
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