
Archivo/El Solidario. Marta Farrés
La Audiencia de Barcelona ha confirmado la absolución del exconcejal de Sabadell destituido por coacciones a la alcaldesa, Marta Farrés. El mensaje que lanza este fallo judicial es tan claro como peligroso: la violencia política contra las mujeres sigue sin tener consecuencias. Mientras el acusado celebra su «inocencia», lo que realmente se juzga aquí es la tolerancia institucional al machismo en la política.
El caso es paradigmático: un concejal de ERC fue destituido por su propio partido tras amenazar y hostigar a Farrés durante meses. Según un medio digital, los testigos describieron un comportamiento agresivo y vejatorio, con intentos de humillación pública que cualquier mujer en política reconocería al instante.
Sin embargo, los tribunales han considerado que esto no constituye delito. ¿Cuántas gradas de escalera tiene que pisar un hombre sobre el cuello de una colega para que el sistema reaccione?
MUY INTERESANTE
La sentencia revela una justicia miope ante la violencia de género política, esa que no deja moratones pero sí cicatrices en la democracia. Mientras, Farrés, como tantas mujeres en cargos públicos, sigue pagando el precio de liderar en un sistema que protege más a los acosadores que a las acosadas.
Lo ocurrido en Sabadell no es un caso aislado: es el síntoma de una cultura política que normaliza el abuso cuando viene de «los nuestros». ERC, que presume de feminismo, debe explicar por qué readmitió en sus listas a quien destituyó por conducta indebida. El doble rasero huele a podrido.
Esta sentencia no es justicia: es impunidad disfrazada de presunción de inocencia. Y cada fallo así no solo absuelve a un hombre, sino que condena a todas las mujeres que osan entrar en política. El machismo no necesita condenas cuando tiene cómplices con toga.
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