
Archivo: El Solidario. Geoingeniería climática
La geoingeniería, o jugar a ser Dios con el clima, es una actividad que lleva décadas sucediendo y que nos han ocultado deliveradamente por diversas razones pero una de las más importantes, es que nadie sabe las consecuencias que puede tener.
Entre 1971 y 2023, se han llevado a cabo 598 experimentos de geoingeniería a cielo abierto, según datos de hasta 2023 recogidos por la Fundación Henrich Boll y ETC Group. Más del 50% de ellos, han tenido lugar entre 2019 y 2023, y la cifra va en aumento.
Sin embargo, «los riesgos e incertidumbres que rodean a estas técnicas son muchos y es necesario el debate entre científicos, tomadores de decisiones y actores implicados», señala en un comunicado el Programa de Medioambiente de Naciones Unidas y la Organización Meteorológica Mundial (WMO), que celebrarán en mayo un congreso en Ginebra para debatir sobre este tema precisamente.
¿Un remedio para la crisis climática? La convención sobre Biodiversidad e Impactos de la Geoingeniería sobre el Clima, auspiciada por el programa de Medioambiente de Naciones Unidas en 2012, definió la geoingeniería como «intervención deliberada en el medioambiente planetario cuya naturaleza y alcance pretende contrarrestar el cambio climático de origen antropogénico y sus impactos».
En cristiano, se trata de una serie de tecnologías para rebajar el calentamiento global que se basan en dos intervenciones clave: reducir la presencia de dióxido de carbono en la atmósfera y disminuir la cantidad de radiación solar que nos llega.
Para lo primero, casi todos los abordajes se centran en aumentar la capacidad que nuestros océanos tienen de almacenar carbono. Por ejemplo, «fertilizando» los mares con materia orgánica para que haya más algas que secuestren CO2. O removiendo las capas marinas, de forma que las zonas del océano profundo –más ricas en nutrientes– asomen a la superficie y, así, estimular el crecimiento de algas.
Otra técnica consiste en disminuir la acidez del agua marina, bien mediante métodos electroquímicos o bien introduciendo elementos alcalinizantes, para así acelerar sus ciclos naturales de secuestro de carbono.
Riesgos imprevisibles
No obstante, cada vez son más voces las que advierten sobre sus posibles peligros. «Si la geoingeniería se aplica a gran escala, eso implicaría convertir la Tierra en un laboratorio y podría tener efectos profundos, impredecibles e irreversibles en la biodiversidad», advierte un estudio de Center for International Envionmental Law-CIE, publicado en octubre de 2024.
Entre sus impactos directos potenciales, destacan «cambios en las precipitaciones, enfriamiento desigual del planeta y consumo de oxígeno, además de interferencias con la cadena alimentaria básica y el ciclo de nutrientes en los océanos.
«Esto exacerbaría la desaparición de especies y comprometería el acceso global al alimento», según alerta el citado informe.
En palabras de Hugh Hunt, investigador de la Universidad de Cambridge y asesor de Naciones Unidas en materia de geoingenería, «los riesgos del cambio climático son enormes, los riesgos de no hacer nada son enormes, pero los riesgos de la geoingeniería son enormes también. Tenemos que explorar esos riesgos, porque puede ser que acabemos en un mundo trastocado sin entenderlos», afirma.
Como siempre y según observa el informe de CIEL «Los pueblos indígenas, los campesinos, los pescadores y las comunidades rurales están en primera línea a la hora de sufrir los impactos de los experimentos de geoingeniería». Además son, al mismo tiempo, los grupos de personas menos representados entre los organismos políticos y en la investigación científica.
MUY IMPORTANTE