Fausto 
Médicos del Mundo / El Solidario. Israel mata de hambre a los gazatíes.
En Gaza, donde el cielo se ha convertido en un techo de bombas y el mar en una cárcel sin salida, niños, mujeres y hombres mueren no solo por los ataques, sino por la hambre deliberada. Según la ONU, más del 90% de la población sufre inseguridad alimentaria severa, mientras Israel bloquea la entrada de ayuda humanitaria. Es una estrategia de asfixia colectiva, un crimen de guerra que el mundo mira con indiferencia cómplice.
El asedio israelí ha transformado Gaza en un infierno donde hasta encontrar un trozo de pan es una odisea. Oxfam denuncia que el régimen de Netanyahu utiliza la inanición como arma, violando el derecho internacional con la misma impunidad con que pisotea los derechos de los palestinos.
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Las imágenes de niños esqueléticos, como sombras de lo que fueron, recorren las redes sociales, pero los líderes occidentales siguen armando y financiando al verdugo. Estados Unidos y la UE hablan de paz mientras sus bombas caen sobre escuelas y hospitales.
La paradoja es obscena: en el siglo XXI, cuando la humanidad produce alimentos para 12.000 millones de personas, en Gaza se muere de hambre por decisión política. Amnistía Internacional lo llama «castigo colectivo», pero las palabras no alimentan a quienes llevan meses sobreviviendo con hierbas y harina podrida. Mientras, los medios hegemónicos reducen el drama a cifras, como si los palestinos no tuvieran nombres, solo números en una estadística macabra.
La izquierda global debe dejar de ser cómplice del silencio. Esto no es una crisis, es un exterminio lento. Si el hambre en Gaza no nos revuelve las entrañas, ¿qué sí lo hará? La historia juzgará no solo a los verdugos, sino a quienes cruzaron de brazos.
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