El caso de un juez que insultó gravemente a una víctima de violencia de género ha reabierto el debate sobre la profesionalidad y la falta de perspectiva de género en el sistema judicial español. Este magistrado, investigado por llamar «bicho» e «hija de puta» a una mujer durante un juicio, sorprendentemente ahora está encargado de impartir cursos sobre violencia de género a otros jueces, lo que genera indignación entre colectivos feministas y de derechos humanos.
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Un episodio vergonzoso en la justicia
Los hechos ocurrieron durante la instrucción de un caso de violencia de género, cuando el juez Francisco Javier Martínez Derqui, en un acto de absoluta falta de respeto y profesionalismo, profirió insultos hacia la víctima. Aunque la gravedad de sus palabras le valió una investigación, el caso fue archivado al tratarse de una conversación informal.
Las organizaciones feministas han señalado que este tipo de comportamientos no son casos aislados, sino reflejo de un sistema patriarcal que frecuentemente revictimiza a las mujeres en los procesos judiciales. En lugar de encontrar apoyo, muchas víctimas se enfrentan a un entorno hostil que minimiza su sufrimiento.
Un rol polémico en la formación judicial
A pesar de estos antecedentes, este juez ahora imparte cursos sobre violencia de género, una decisión que ha causado un fuerte rechazo. Para muchas organizaciones, permitir que alguien con un historial tan cuestionable asuma esta responsabilidad es un ejemplo más de la falta de rigor en la formación de quienes deben proteger a las víctimas. Además, cuestionan qué tipo de mensaje se envía a la sociedad cuando figuras con actitudes claramente machistas ocupan estos roles.
Este caso subraya la urgencia de reformar el sistema judicial para garantizar un enfoque verdaderamente feminista y respetuoso hacia las mujeres. La revictimización, el cuestionamiento constante de las denuncias y la falta de empatía no tienen cabida en un Estado que aspire a erradicar la violencia machista.
No se puede luchar contra la violencia de género con un sistema que perpetúa sus dinámicas. El cambio empieza por una justicia que deje de ser cómplice.
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