
India y Pakistán, el conflicto que nunca cesó/ Toma Getty images / El Solidario
¿Disuasión nuclear o miedo contenido?
Recientemente un atentado en Pahalgam, Cachemira, dejó 26 muertos, en su mayoría turistas. India no tardó en señalar a Pakistán, acusándolo de apoyar a The Resistance Front, grupo ligado a militantes islamistas. La reacción fue rápida, bombardeos indios sobre territorio pakistaní, incluyendo zonas en disputa. El operativo fue bautizado como «Sindoor».
En respuesta, el primer ministro paquistaní Shehbaz Sharif autorizó «acciones de autodefensa». Diplomáticos fueron expulsados, se cerró el espacio aéreo y se cancelaron visados. En sus propias palabras: «esto no se queda así».
India posee armas nucleares desde 1974 y Pakistán desde 1998. Ambos saben que si cruzan ciertas líneas, no hay retorno. Ese miedo atómico, paradójicamente, ha sido el freno a una guerra a gran escala. En una línea: lo único que frena una guerra total es el miedo a perderlo todo.
Sin embargo, el tono de sus discursos se ha radicalizado. Modi Narendra, primer ministro de India, dice que «la sangre india hierve». Desde Pakistán se amenaza con desplegar 130 ojivas nucleares. De modo que, con armas nucleares en juego, cada declaración pública deja de ser retórica y se vuelve amenaza.
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Geopolítica en juego
La rivalidad India-Pakistán ha dejado más de 20.000 militares muertos y entre 40.000 y 70.000 civiles en Cachemira. Las guerras de 1947, 1965, 1971 y 1999 son testimonio de un conflicto histórico nunca resuelto. Cachemira sigue siendo la herida que no cierra.
Actualmente, China apoya a Pakistán, por intereses económicos y por el control de Aksai Chin, una zona de Cachemira. Mientras EE.UU., en cambio, respalda a India buscando distanciarla de China. Aunque ambos actores piden calma, todos mueven sus fichas. Mientras tanto la ONU, Irán y Egipto han ofrecido mediar, sin resultados visibles.
En un mundo donde los conflictos estallan cada mes —Gaza, Sudán, Myanmar, ahora India y Pakistán— la guerra deja de ser excepción para volverse rutina. Menos paz significa menos derechos, menos inversión, menos futuro. La diplomacia no puede seguir en silencio. El temor a un conflicto nuclear puede haber evitado hasta ahora una guerra total, pero normalizar la violencia solo nos aleja de la humanidad que decimos defender.
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