Fausto 
EFE/El Solidario. Alberto González Amador, pareja de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso.
El fraude fiscal que involucra a Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, sigue detonando la credibilidad de la presidenta madrileña. Las peritos de Hacienda han ratificado ante la jueza que el empresario utilizó facturas falsas para defraudar 350.000 euros, un hecho que desmonta la estrategia de defensa basada en la negación y la victimización.
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El caso, que comenzó con un informe de la Agencia Tributaria, llevó a la Fiscalía Anticorrupción a presentar una querella contra González Amador por un presunto delito de fraude fiscal y falsedad documental. Las investigaciones han confirmado que el empresario habría simulado gastos a través de facturas falsas con el objetivo de reducir su pago de impuestos.
Un esquema clásico de evasión fiscal, pero con una particularidad: su estrecha relación con una de las figuras políticas más poderosas de España.
Otro escándalo de la derecha española
Este escándalo no es un hecho aislado, sino una muestra más de la doble vara de medir de la derecha española. Mientras Ayuso y su gobierno criminalizan la pobreza, persiguen a quienes reciben ayudas sociales y atacan cualquier política de redistribución de la riqueza, su círculo cercano se enriquece fraudulentamente a costa del Estado. El discurso de la meritocracia se desvanece cuando los privilegios quedan al descubierto.
La estrategia del Partido Popular ha sido clara: minimizar el escándalo, desacreditar a la prensa que lo investiga y presentar a Ayuso como una víctima de una supuesta persecución política. Sin embargo, los hechos son contundentes: Hacienda no persigue a inocentes, sino a defraudadores.
La pregunta es inevitable: ¿qué habría pasado si este caso involucrara a una pareja de un líder progresista? La maquinaria mediática conservadora ya habría exigido dimisiones y procesos judiciales exprés. Pero cuando la corrupción toca a la derecha, el silencio es cómplice.
Este escándalo no debe quedar impune. España necesita justicia, no privilegios para los poderosos.
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