
La Razón/ La lista de 17 minerales estratégicos elaborada por la UE incluye elementos indispensables para la fabricación de baterías, dispositivos electrónicos y tecnologías renovables.
La Unión Europea decidió financiar la apertura de decenas de minas para extraer materiales críticos, una medida que busca reducir la dependencia del exterior y garantizar el suministro de recursos esenciales para la transición ecológica y tecnológica.
España forma parte de esta ecuación, con yacimientos potencialmente explotables. Sin embargo, la pregunta inevitable es: ¿A qué coste?
El proyecto impulsado por Bruselas responde a una necesidad evidente. La lista de 17 minerales estratégicos elaborada por la UE incluye elementos indispensables para la fabricación de baterías, dispositivos electrónicos y tecnologías renovables.
Actualmente, el continente depende en gran medida de China, lo que supone un riesgo geopolítico y económico. La solución propuesta es clara: extraer estos recursos dentro de nuestras propias fronteras. Sin embargo, esta iniciativa plantea graves impactos medioambientales y sociales.
La historia reciente de explotaciones mineras en España no es alentadora. Proyectos como la mina de litio en Cáceres o los intentos de extracción de tierras raras en Ciudad Real han generado un fuerte rechazo social debido a los daños irreversibles en los ecosistemas, el consumo desmesurado de agua y el desplazamiento de comunidades rurales.
La experiencia ha demostrado que las promesas de empleos y desarrollo económico no siempre compensan la devastación ambiental y los conflictos sociales derivados.
La UE insiste en que esta nueva fiebre minera se llevará a cabo con criterios sostenibles, pero la realidad es que la minería, por muy regulada que esté, implica destrucción.
Y mientras los gigantes industriales celebran la inversión europea, las poblaciones afectadas se preguntan quién garantizará que no se repitan los abusos y desastres ecológicos del pasado.
Si Bruselas realmente quiere un futuro sostenible, debe priorizar la investigación en materiales alternativos, el reciclaje de componentes y la reducción del consumo. De lo contrario, el viejo modelo extractivista, con su estela de contaminación y desigualdad, seguirá marcando el rumbo del progreso. ¿Es este el precio que Europa está dispuesta a pagar?
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¡Muy buena!
Es un tema muy importante del que no se está hablando lo suficiente en medios.